15ª CARTA: HUMANISMO Y COMUNIDAD POLÍTICA

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15ª CARTA: HUMANISMO Y COMUNIDAD POLÍTICA

Querido amigo:

Sentadas en la carta anterior las bases del concepto de comunidad, como polo complementario al de la persona, y del de la sociedad civil, abordo en esta el contenido de la comunidad política.

La comunidad política presupone la existencia de una comunidad social que es ordenada en función de una serie de principios y criterios. Esta comunidad político-social implica, a su vez, un sistema político determinado y una organización económica definida.

En el sistema político la pieza clave es el Estado, que no puede identificarse nunca ni con la comunidad ni con la sociedad. No incurras nunca, querido amigo, en este grave error porque te conduciría a los totalitarismos.

El Estado no es sino una organización en la que reside el poder supremo de la comunidad. Este poder supremo está compensado por los controles que sobre el ejercen el Parlamento (control político) o los Tribunales (control jurídico); y puede estar repartido entre otras organizaciones de ámbito territorial menor (por ejemplo, las Comunidades Autónomas o los Municipios en España).

Para el humanismo cristiano, las notas esenciales del Estado son las siguientes:

– el poder supremo que detenta el Estado (la soberanía) reside en el conjunto de los ciudadanos, que son sus titulares.

– el ejercicio del poder supremo, en sus diversas manifestaciones (legislativo, ejecutivo y judicial) lo ostenta el Estado mediante organizaciones independientes.

– los ciudadanos participan en la elección de sus representantes que formarán el Parlamento, y de cuyas mayorías saldrá el Gobierno.

– se excluye, en todo caso, que un mismo grupo político pueda detentar el poder de manera indefinida (alternancia).

– el ejercicio del poder no se concibe sin la autoridad para imponer las decisiones, fundamentada en las condiciones anteriores, lo que implica el monopolio de la coacción que ello requiera.

– el Estado debe de estar en todo momento al servicio del progreso de los ciudadanos, su fin es la consecución del bien común, y no puede absorber aquellas funciones que son propias de las personas o de la sociedad civil.

Como te decía al principio, toda comunidad política implica también una organización económica. Para el humanismo cristiano esta idea se sustenta en los siguientes criterios:

– la economía y los sistemas económicos deben de estar al servicio del hombre, del ciudadano en su conjunto y no al servicio de determinados intereses de grupo (grupos económicos, sindicatos, partidos políticos, medios de comunicación, etc).

– aceptar sin complejos ni restricciones mentales la propiedad privada, rechazando tanto el colectivismo como el capitalismo liberal y salvaje, si bien subordina su uso al destino universal de los bienes (que Juan Pablo II llama “hipoteca social”).

– el trabajo es la actividad esencial y definidora del hombre. A ello me refiero en otra carta, reconociendo su prioridad sobre el capital y superando la antinomia trabajo/capital.

– sostener que el sistema de economía de mercado o libre empresa, sin perjuicio de la necesidad de regulaciones y de control, se ha mostrado históricamente como superior al sistema socialista de economía centralizada y planificada, porque ha sido capaz de lograr un mayor desarrollo y bienestar de los ciudadanos.

Déjame, por último, querido amigo que te aclare dos ideas que han salido en lo dicho hasta ahora como de soslayo: progreso y desarrollo.

El progreso implica avances producidos por los cambios sociales, técnicos, científicos, ideológicos, y las esperanzas de nuevos avances. “Progresista” es un calificativo del que se han apropiado los partidos políticos de izquierda que hacen de los cambios un mito reducido a oponerse a todo lo anterior, o un retroceso en las conquistas morales de la humanidad (como defender el aborto, la unión homosexual o la eutanasia). Por su parte, el desarrollo implica el desenvolvimiento y ejecución de las posibilidades, de las capacidades y de las aptitudes que están en potencia en las personas o en la comunidad.

La cuestión que te dejo planteada es si tanto el progreso desmitificado como el desarrollo sirven realmente al hombre en nuestros días, o no.

Recibe un cordial abrazo.

Fernando Díez Moreno
Vicepresidente de la Fundación Tomás Moro
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