43ª CARTA: HUMANISMO Y TERRORISMO

43ª CARTA: HUMANISMO Y TERRORISMO

Querido amigo:

Además del laicismo y del relativismo de los que te hablaba en las cartas anteriores, hay una tercera lacra en nuestro tiempo: el terrorismo.

Seguro que tienes una idea propia de lo que es y significa el terrorismo, entre otras cosas porque en España lo padecemos desde hace 50 años, y porque desde el atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York, en septiembre de 2001, se ha convertido en un problema de escala mundial.

En esencia, los terroristas quieren alcanzar unos fines políticos que, saben, no podrán alcanzar nunca por vías democráticas, pues no tendrán las mayorías suficientes, por lo que usan la violencia extrema, es decir, el terror.

Para el humanismo, el terrorismo es lo opuesto a la ley y a la razón, y es la antítesis de la democracia, porque si los terroristas llegasen alguna vez a alcanzar sus fines, seguirían utilizando el terror para conservarlo, y nunca concederían libertades públicas a los ciudadanos.

El terrorismo nunca puede estar justificado en una sociedad democrática (ni en una no democrática). Supone un ataque cobarde a la libertad y, en muchos casos, a la vida de seres inocentes e indefensos. En un discurso ante el Cuerpo Diplomático, el 15 de enero de 1983, el Papa Juan Pablo II (víctima del terrorismo) dijo que el terrorismo es siempre una manifestación del odio, que la violencia engendra violencia, que al asesinato no se le puede llamar con otro nombre que asesinato, que no es un medio para construir nada, y que ofende a Dios, a quien lo sufre y a quien lo practica.

El problema del terrorismo no es solo su propia existencia, sino el apoyo social que encuentra para mantenerse.

Pero es también problema el de su final. En este punto solo hay dos salidas: la derrota o la negociación. Sin embargo, toda negociación implica, por principio, alguna cesión, por pequeña que sea, por lo que el resultado de la negociación sería que los terroristas han alcanzado por medio de la violencia esa cesión. Como esto resulta intolerable e inasumible en términos democráticos, la conclusión es que el final del terrorismo solo puede producirse con su derrota.

La derrota del terrorismo implica que se lleve a cabo utilizando los medios policiales y el sometimiento a la justicia, dentro de las normas del Estado de derecho, lo que supone excluir cualquier tipo de la llamada “guerra sucia”.

Por su parte, la negociación plantea la cuestión del precio a pagar, es el llamado “precio político”, expresión que se utiliza con frecuencia para designar lo que se estaría dispuesto a dar a cambio del abandono de las armas. Como es comprensible, las negociaciones con una organización terrorista nunca son públicas, por lo que sus resultados solo se conocen cuando se ha llegado, en su caso, a un acuerdo.

¿Qué es el precio político? Si nos limitamos al caso de la organización terrorista ETA, por ser el más cercano a nosotros, se pagaría precio político: si se consiente que el País Vasco y Navarra constituyan una misma entidad política; si se acepta que se convoque un referéndum para la autodeterminación del País Vasco; si se libera a los presos de ETA al margen de la normativa penitenciaria vigente y la interpretación que de la misma han hecho los tribunales; si se permite que los miembros de ETA en el extranjero vuelvan a España sin someterse a los procesos penales que tengan pendientes; si se promueve la legalización de los Partidos declarados ilegales conforme a la normativa vigente, e incluidos en las listas europeas de entidades terroristas; si se concede subvenciones a los terroristas excarcelados durante cierto tiempo para favorecer su “reinserción social”; si se admite que el Estado de Derecho ha entrado en “tregua”, y el propio Gobierno, el Ministerio Fiscal, el Poder Judicial, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y la Administración Penitenciaria dejan de cumplir escrupulosamente las Leyes en vigor y; si se niega a las víctimas del terrorismo el papel que deben representar en el proceso y no se les reconoce el sufrimiento y el sacrificio por los que han pasado y que su dignidad y la justicia demandan; si se olvida a los miles de ciudadanos vascos que abandonaron el país víctimas de las amenazas y extorsiones contra ellos y sus familias y no se les ofrece las justas reparaciones; si el resultado final al que se llega implique, directa o indirectamente, el reconocimiento y la legitimación de 50 años de terrorismo.

Como fácilmente comprenderás, querido amigo, ninguno de esos puntos puede ser objeto de negociación ni de concesión, pues implicaría, como antes te dije, que los han conseguido con la violencia, lo que es inaceptable desde la perspectiva del humanismo.

En la próxima carta te hablaré de humanismo y peregrinación.

Recibe un cordial abrazo de



En el Manual de la “Nueva gramática de la lengua española” publicado por la Real Academia Española, (pag. 25, Madrid, 2010), se dice que en el lenguaje político, administrativo y periodístico se percibe una tendencia a construir series coordinadas constituidas por sustantivos de personas que manifiestan los dos géneros (amigos/amigas, diputados/diputadas, alumnos/alumnas), el circunloquio es innecesario  puesto que el empleo del género no marcado (masculino) es suficientemente explícito para abarcar a los individuos de uno y otro sexo.

 

Fernando Díez Moreno
Vicepresidente de la Fundación Tomás Moro

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