- Marcelo, hace veintiún años.
El dia 25 de agosto se cumplieron veintiún años del fallecimiento del que fuera Cardenal y Arzobispo de Toledo D. Marcelo González Martín. Su memoria ha sido recogida por quien fuera su Secretario en dos gruesos volúmenes en los que se resalta su condición de navegante y sembrador. Pero no solo fue eso.
Tuve la inmensa fortuna de trabajar para él en temas jurídicos que me encomendó y acompañarle en sus años de jubilación cuando, desprovisto de todo rango y autoridad eclesial podía rezar con el poeta: “Cuando me dejen a un lado/ como un viejo trasto más/ Tú, Señor, tan olvidado/ sé que no me olvidarás”.
Lo que querría destacar de su vida es que fue uno de los grandes humanistas del siglo XX y un gran apóstol de la predicación. Como sacerdote y como Obispo pronunció más de 10.000 sermones y múltiples conferencias que han sido recogidas, en parte, en sus Obras Completas y en los libros mencionados más arriba.
Destaco su condición de humanista porque, además de las propias, gozaba de las virtudes de todo humanista: investidura cultural, preparación para las responsabilidades que le correspondió desempeñar, sinceridad, capacidad de trabajo, amigo leal, hecho al sacrificio personal, y enemigo de la falsedad y de cualquier componenda. Como Príncipe de la Iglesia tenía una fe profundamente arraigada. Era un hombre de Dios, servidor fiel y prudente como exige el Evangelio, cumplidor de su voluntad en los difíciles puestos que le tocó desempeñar, y entregado en cuerpo y alma a la Iglesia, a la que amó y sirvió sin fisuras.
Su pensamiento era cristocéntrico, es decir, que Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, ocupaba el centro de su vida. Ello le permitió escribir al final, lo que reza el recordatorio de su muerte: “¡Oh, Jesús, amado Jesús, Hijo de Dios, hermano de los hombres y Redentor de la humanidad! Estoy contento de haberte ofrecido mi vida porque Tú me llamaste. Ahora que llega a su fin, recíbela en tus manos como un fruto de la humilde tierra, como si fuera un poco del pan y del vino de la Misa; y preséntala al Padre para que Él la bendiga y la haga digna de habitar junto a tu infinita belleza, perdonando mis faltas y pecados, cantando eternamente tu alabanza, lleno mi ser del gozo inefable de tu Espíritu”.
De él dijo el Papa San Juan Pablo II que fue un “pastor diligente”.
Sus iniciativas han perdurado con el paso del tiempo: las viviendas sociales en el barrio de San Pedro Regalado de Valladolid; las emisoras de radio en Astorga y Toledo; Colegios de la Iglesia en Astorga; Facultad de Teología en Barcelona; potenciación de “Cáritas”; el Seminario de Toledo, fruto de su dedicación constante a las vocaciones sacerdotales, que llegó a tener el mayor número de seminaristas de toda Europa, y al que accedían de todos los países de Hispanoamérica, en una época de crisis generalizada de vocaciones; casas de acogida para los sin techo; revisión y actualización de la liturgia hispana y mozárabe; la ordenación de centenares de sacerdotes; los nuevos templos en las nuevas barridas de las ciudades de su archidiócesis, entre otras muchas.
Parte de su obra fue recopilada por El “Estudio Teológico de San Ildefonso” en diez Tomos, con motivo de sus bodas de plata episcopales. En ellos se contiene una amplia selección de documentos en los que se fue plasmando su magisterio en sus tres etapas sucesivas de Astorga, Barcelona y Toledo.
Pero el retrato de lo que fue su vida se encuentra en los dos volúmenes de la obra “D. Marcelo, navegante y sembrador”, que su Secretario D. Santiago Calvo, con la ayuda de los Sacerdotes D. José Luis Galán y D. Alberto José González, ha publicado la editorial Homo Legens.
En él se contienen en sus diversos capítulos recuerdos auténticos de su nacimiento en Villanubla (Valladolid), seminarista en Comillas, sacerdote en Valladolid, Obispo de Astorga, Barcelona y, finalmente Toledo. En total son 333 apartados, en los que se detallan todas las vicisitudes de su vida. Solo en el Capítulo de Toledo le dedica 173 apartados. Se trata de un escrito fundamental para conocer la figura de este gran obispo de la Iglesia en España, personaje esencial para entender la historia de la Iglesia en la segunda mitad del siglo XX en nuestra patria.
De los dos libros dice Miguel Ángel Velasco que “me cabe decirle al autor: misión cumplida. Y cumplida con creces, porque, tras una larga espera -las prisas nunca son buenas-, ha superado todas las expectativas de que cumpliera la gozosa obligación moral que se había impuesto de dar fe sobre «tantos años de vivencias junto a don Marcelo”: en el pueblo y en la ciudad, en la maravillosa liturgia mozárabe y en el mimo por su seminario, en la exclusión de ministros de la procesión del Corpus toledano y en la denuncia de escritores “desvergonzados” al escribir sobre la Iglesia, en la leal aplicación del Concilio Vaticano II y en el XIV Centenario del III Concilio de Toledo, en su delicadeza exquisita con la vida contemplativa, en su fe contagiosa, en su esperanza sin resquicios y en su caridad gozosa… nadie mejor que Santiago Calvo podía recoger y publicar lo que, durante años y años de investigación y de archivo, ha ido rememorando su prodigiosa memoria, coordinando sus anotaciones y trabajando, con admirable y fructífera dedicación”.
El recuerdo de una figura tan excepcional para los toledanos, y para los españoles, merece la atención y la memoria que le dedicamos.