La “batalla cultural” (I). Publicado en “La Tribuna de Toledo” el 21.9.20

Cuando en 1989 cayó el muro de Berlín y en 1992 se desintegró la Unión Soviética, el comunismo desapareció del mundo. Bueno, desapareció del mundo menos de tres sitios: la Corea del Norte de Kim Jong Un, la Cuba de los hermanos Castro y la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid (la Facultad de Podemos).

Entonces se formuló por F. Fukuyama la teoría del fin de la Historia: habiendo sido derrotado el comunismo, la ideología del liberalismo democrático, encarnada por Estado Unidos, se expandiría por el mundo. Estábamos ante un nuevo orden mundial.Poco tiempo después S. Huttington sostuvo que la lucha entre comunismo y liberalismo sería sustituida por el choque de civilizaciones entre la occidental y la islámica.

Pero transcurridos casi treinta años desde tales predicciones, ninguna de ellas se ha cumplido. El comunismo no ha desaparecido, no hay un nuevo orden mundial, y no se ha producido en enfrentamiento entre civilizaciones.

El comunismo ha mutado (como los virus) pero no ha desaparecido, sino que ha aprendido la lección. Ya no busca la dictadura del proletariado o la lucha de clases, ahora se aprovecha de la democracia y se instala en el sistema. En España están en el Gobierno. 

La historia no ha finalizado ni se ha instaurado un nuevo orden mundial, como lo demuestra el sinnúmero de guerras locales existentes. El liberalismo y la democracia no es el régimen político por el que se rigen la mayoría de los países.

Y no ha habido choque de civilizaciones porque el terrorismo con que amenaza el islamismo radical (Al Queda, el ISIS, etc.) puede ser vencido aunque se tarden años en conseguirlo.

Entonces ¿dónde está el enemigo al que hay que enfrentarse en la “batalla cultural”? La respuesta es que el enemigo lo tenemos dentro de nosotros mismos. Y es que no nos damos cuenta, o sí, de que poco a poco vamos abandonando, consistiendo y tolerando que nos impongan unas pautas de comportamiento (lo “políticamente correcto”), unas costumbres o unas instituciones que son contrarias a lo que forma el núcleo de la cultura cristiana occidental.

La batalla cultural la está dando la nueva (o vieja) izquierda cuando nos impone su ideología, su visión de la vida, su pretendida superioridad moral (¿) (la izquierda no tiene moral, tiene ética), que poco a poco vamos aceptando quienes no estamos de acuerdo en absoluto con ello.

Los ataques continuados a la familia, al matrimonio, a la libertad de enseñanza, a la Iglesia Católica; o la imposición de los postulados de la LGTB; o la negación de las raíces cristianas de Europa, y por tanto de España; la tolerancia con religiones que no la tienen con la nuestra; o cuando se deja en segundo plano la herencia de los valores de la cultura helénica y romana, conformados por el cristianismo, o son negados u olvidados; cuando todo esto ocurre, se está dejando el terreno expedito, en la batalla cultural, a la izquierda, sin que se encuentre una respuesta adecuada en quienes no piensan igual.

La amenaza a la cultura occidental, es decir, a nuestra cultura, no está en el nuevo orden mundial, ni en el islamismo radical, ni en ninguna otra amenaza externa. Está dentro de nosotros y de nuestra falta de compromiso, de comprensión y de fe en nuestro propio legado cultural, que no defendemos debidamente en la batalla que se le está dando ante nuestros ojos.

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