La dignidad de la persona (1). (54)
En colaboraciones anteriores nos hemos referido a la dignidad de la persona (V. la nº 3 de 23.2.2020) y a que lo que diferencia al humanismo cristiano de los demás humanismos es la creencia de que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (V. la nº 40 de 22.11.2021).
Existen momentos históricos, como el que vivimos, en que es preciso volver a plantear, desarrollar y defender los conceptos básicos para evitar que su uso incorrecto los vacíe de contenido y los haga carecer de significado. Así ocurre hoy con la defensa que hace el humanismo cristiano de la dignidad de la persona. De hondas raíces en la historia del pensamiento, en nuestros días esta defensa se ve apropiada y expropiada por todo tipo de corrientes políticas, o utilizada dialécticamente por otras, y en muchos casos indefinida, cuando no manipulada.
Se hace necesario por ello volver una y otra vez a los conceptos básicos, y más en estos momentos en los que Europa ha prescindido de Dios y lo ha sustituido por la idea de democracia, embargándose en una batalla cultural en la que quienes propugnan lo primero, nos quieren imponer una visión del mundo que prescinde de valores morales y obliga a un comportamiento políticamente correcto.
Y el primer concepto básico es el de la dignidad de la persona que encuentra su fundamento en la creencia de que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Y es en el Antiguo Testamento, concretamente en el punto 1, 26,27 del Génesis, donde se expresa con más claridad:
- “Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre ella”.
- “Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó varón y mujer; y los bendijo Dios diciéndoles: Procread y multiplicaos y henchid la tierra…”
No es el único texto que hace referencia al hombre como imagen de Dios. También en Génesis 5,1 y 9,6; Sabiduría 2,23 y 7,26; Eclesiástico 17,3; y en los Salmos 8 y 148.
También en el Nuevo Testamente se contiene la misma alusión en 2 Corintios 3,18; 2 Corintios 4,4; 1 Corintios 11,7; Colosenses 1,15; Colosenses 3,10; Romanos 8,29.
Y para los que prescinden u omiten deliberadamente estas referencias, es bueno recordarles que el cristianismo aportó a la humanidad tres conceptos ontológicos: 1) que se reconozca en el ser humano la calidad de persona; 2) la noción de libre albedrío, que le hace responsable de las acciones que libremente escoge y ejecuta; y 3) la noción de la igualdad. En resumen, el cristianismo es la síntesis entre el helenismo (filosofía de la inmanencia) y el judaísmo (filosofía de la trascendencia).
Creer en el hombre como imagen de Dios no es solamente un elemento esencial y básico de nuestra fe cristiana, sino que forma parte, además, de la vida humana de Cristo. Dicho de otra manera, la consideración del hombre como imagen de Dios, no solo tiene una importancia básica en la creación del mundo, sino que también la tiene en su Redención. (Continuará).