Las virtudes del humanista cristiano.
En los artículos anteriores hemos analizado los caracteres del humanismo cristiano haciendo referencia a la persona, a la comunidad, a la libertad, a la defensa de todos los derechos humanos, a la igualdad, a la democracia, a la condición de la política y los políticos y a la Doctrina Social de la Iglesia, como programa económico y social del humanismo. Nos quedan por examinar dos de aquellos caracteres: las virtudes del humanista cristiano y el sentido de la esperanza. En este artículo haremos referencia al primero.
Además de profundas convicciones religiosas, el humanista cristiano debe buscar la investidura cultural. Tanto los humanistas históricos como los humanistas de nuestro tiempo se han caracterizado por ser hombres de una gran cultura, cultura que abarcaba todas las ramas del saber, desde el arte a la música, pasando por el conocimiento de la cultura clásica.
En segundo lugar, la preparación profesional para las tareas que deban desempañar, preparación se consigue no solo con la preparación de unas oposiciones, sino desde esa base no dejar de estudiar y leer durante toda la vida.
En tercer lugar, la defensa de la persona y el servicio a la comunidad, los dos ejes del humanismo. Pero a la persona entendida como ser trascendente con todos sus derechos. Porque, aunque hay muchos humanismos, a la hora de defender el derecho a la vida de los no nacidos, algunos humanismos retroceden, o la hora de defender la libertad de enseñanza o de religión se ponen de perfil.
En cuarto lugar, el amor a la familia y su cuidado como motivo profundo de la vida. Concibe la familia como destinataria de las políticas sectoriales, educativas, salariales, de vivienda, de urbanismo, como primera escuela de educación cívica y como núcleo básico del amor humano.
En quinto lugar, debe añadirse el sentido de la amistad, pero no de los amigos que se hacen desde la política, que duran muy poco, sino amigos de toda la vida y de después de su muerte.
Finalmente, el sentido del humor y de la ironía propio de los hombres inteligentes, incluso en las situaciones más adversas. Como lo tuvo Santo Tomás Moro que cuando subía al cadalso para ser ajusticiado le dijo al verdugo: “ayúdeme a subir que para bajar ya me las arreglaré solo”.
Habría otra condición que es la del martirio en el paradigma de Tomás Moro. No todos los humanistas son mártires, pero su condición de hombres excepcionales no les libra, en ocasiones, y en los últimos momentos de su vida, de sufrimientos físicos y tal vez morales con los que Dios, de manera inescrutable, señala siempre a los que elige.
En el próximo artículo, terminaremos la serie de caracteres del humanismo abordando el sentido de la esperanza.