Santo Tomas Moro, humanista. Publicado en “La Tribuna de Toledo” el 28.6.20
Si el 17 de mayo hablamos de San Juan Pablo II como el gran humanista del siglo XX, no podemos dejar pasar que el 22 de junio ha sido la festividad de Santo Tomas Moro, el gran humanista del siglo XVI. No se trata de una mera evocación histórica, sino de poner de manifiesto un ejemplo de gobernante en el que deberían mirarse los gobernantes de hoy. San Juan Pablo II le declaró Patrono de los políticos porque “emana un mensaje de inalienable dignidad de la conciencia, de primacía de la verdad sobre el poder, de coherencia moral y de una política que tenga como fin el servicio a la persona”. Tomás Moro reunió las condiciones que hicieron de él un modelo o prototipo de humanista cristiano. Podemos destacar las siguientes:
– La investidura intelectual. Fue, ante todo, un hombre culto, como lo eran los humanistas de su tiempo, y con una cultura universal que abarcaba casi todas las áreas del saber.
– La persona. Defendía un humanismo caracterizado por la preocupación por el hombre integral y por su alma trascendente, por su permanente deseo de ser mejor, y por el cultivo de las virtudes tanto humanas como sobrenaturales.
– La utopía. Tomás Moro utilizó esta técnica para describir una organización social y política ideal, fruto de su imaginación, que tenía visos de irrealizable pero que contenía una crítica de la situación existente en su época. Por primera vez en la historia del pensamiento abordó el tema de la igualdad.
– Competencia profesional. Como jurista, parlamentario (“speaker” en la Cámara de los Comunes), decano universitario, embajador y Canciller de Inglaterra (primer ministro), Tomás Moro demostró su preparación y competencia profesional, demostrando que ello no era contrario al desprendimiento espiritual del cristiano.
– Sentido de la familia. Consta que Tomás Moro fue un marido y un padre excepcionalmente afectuoso y preocupado por los estudios de humanidades de su mujer, hijos e hijas (primer feminista).
– Sentido de la amistad. La consideraba como una rara felicidad como un regalo noble y augusto que procede de la benevolencia de Dios. Mantuvo relaciones de amistad con los protagonistas de la cultura del Renacimiento, especialmente con Erasmo de Rotterdam y con Juan Luis Vives.
– Sentido de la ironía, que no era teatral o de burla descarnada, sino que estaba dirigida a alguien para mostrarle su locura o estupidez.
– Sentido de la lealtad. Cultivó esta virtud respecto de la fe cristiana hasta el punto de llevarlo al martirio. Pero además fue leal a la Corona que sirvió, lo que no le impidió mantener su posición contraria al Rey Enrique VIII, sabiendo que ello le llevaría a caer en desgracia y a la muerte.
– Por último, la prioridad de la conciencia. Para Moro, tenía que haber dos espadas y no era justo que ambas estuvieran en la misma mano. El Rey no podía ponerse por encima del Papa. Eso era contrario a su conciencia. Mantenerse fiel a su conciencia habría de conducirle al martirio. Las cualidades que hemos destacado de Tomás Moro, justifican plenamente que le consideremos el primero de los humanistas cristianos. Es de lamentar que su ejemplo esté tan alejado (años luz) de nuestros gobernantes actuales.