71ª CARTA: HUMANISMO SOCIAL Y ABORTO
Querido amigo:
Interrumpo la serie de cartas sobre el trabajo humano, para prestar atención a un hecho extraordinario que se ha producido en estos días: la retirada por el Presidente del Gobierno del anteproyecto de ley del aborto.
En la carta 51ª, dentro de la serie sobre la “confrontación ideológica en nuestros días”, te hablé de la visión humanista del aborto. Ahora ante los nuevos hechos no puedo dejar de prestarles atención, pues de no hacerlo parecería que no les doy la grave importancia que tienen.
En aquella carta te decía que el humanismo cristiano aporta una valoración moral del aborto. Ya la había sintetizado en 1982 el Papa S. Juan Pablo II en uno de los discursos que pronunció con motivo de su visita a España, y que después ha repetido en innumerables ocasiones: “…quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida, aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. ¡¡¡Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente!!!”.
El humanismo cristiano considera que el aborto no es un derecho humano ni fundamental de la mujer; que defender el derecho a la vida de los no nacidos (lo mismo de ancianos o de discapacitados) es una verdad moral que forma parte de los cimientos culturales de la democracia; que el aborto es una cuestión que se encuadra en el 5º mandamiento (no matarás) y no una admonición de castidad del 6º, es por ello una cuestión de justicia social y no de moral sexual; que el reconocimiento del aborto por una ley, supone atribuir a la libertad humana un significado perverso: un poder absoluto sobre los demás; que el aborto es contrario e incompatible con la democracia, pues implica un individualismo y subjetivismo fuera de control que erosiona la experiencia de solidaridad, elemento esencia del sistema.
La retirada del anteproyecto de ley me sugiere tres comentarios:
Primero. Incumplimiento de los compromisos del Gobierno.
No se trata solamente del incumplimiento de las promesas contenidas en el programa electoral del PP, que podría interpretarse como limitadas a la cuestión de la autorización paterna para las menores de 18 años. Se trata, fundamentalmente, del incumplimiento del compromiso del Gobierno cuando aprueba el Anteproyecto de Ley. Esa aprobación viene precedida de una serie de trámites internos en los que se estudió por los demás Departamentos a través de la Comisión de Subsecretarios; se debió analizar el impacto en la opinión pública; se dio audiencia a entidades interesadas; y se emitieron los informes preceptivos en esta fase.
Al aprobarse el Anteproyecto el Gobierno adquiere un compromiso con la sociedad, crea unas expectativas, difunde una imagen de valedor de los derechos de los concebidos y, en definitiva, acepta una posición en la dialéctica sobre el aborto a favor de los que defienden la vida. Al retirar el anteproyecto el Presidente del Gobierno incumple de manera flagrante el doble compromiso del PP al presentare a las Elecciones Generales y del Gobierno al haber aprobado un anteproyecto de Ley.
En una materia tan sensible, social y moralmente, como es la del aborto, estos incumplimientos son muy graves.
Segundo. La falta de consenso carece de suficiente justificación.
Se ha alegado la falta de consenso con la oposición para justificar la retirada del anteproyecto. Esta justificación es falsa y al utilizarla se ha mentido a la opinión pública.
El Gobierno sabía desde el principio y cuando se aprobó el anteproyecto, que el consenso con el feminismo radical, con los nuevos progresistas, con la izquierda radical, con los defensores de la ideología de género, era imposible. Se produce una asimetría de comportamientos. Cuando el Gobierno del PSOE aprobó la ley Aido, no hubo consenso con el PP, como los demuestra el recurso de inconstitucionalidad interpuesto contra la misma, pero no por ello se retiró la ley. Ahora la falta de consenso le lleva al PP a retirar el anteproyecto.
Pero es que se ha querido ocultar que la auténtica falta de consenso no es la que se nos dice, sino la que existe en el interior del PP, entre una inmensa minoría de unos pocos de sus dirigentes y la que parece derivarse de unas encuestas que alertan sobre una posible fuga de votos en futuras elecciones. Y esta es la auténtica falta de consenso que no se ha intentado remediar ni se ha debatido en el seno del Partido.
Tercero. La dictadura de las encuestas.
La verdadera causa de la retirada del anteproyecto son unas desconocidas encuestas que pronosticaban una bajada en la intención de voto, como hemos dicho. No se ha tenido el valor de hacerlas públicas, por lo que todas las dudas sobre ellas son legítimas.
Surge aquí una cuestión de principios. Ante todo un gobernante no puede tomar sus decisiones solo en base a las encuestas (relee la carta 34ª sobre la “condición del gobernante”). La encuesta es un instrumento más, junto a otros, en la toma de decisiones. Si las encuestas fueran la base de las decisiones podría ser Presidente del Gobierno cualquiera. Pero es que, además, hay decisiones que por su naturaleza no dependen de las encuestas. En Cataluña las encuestan dicen que la mayoría de catalanes están a favor del derecho a decidir, pero el Presidente del Gobierno no ha autorizado la consulta.
Pero cabe preguntarse si se tienen también encuestas que analicen la perdida de intención de voto en caso de retirada del anteproyecto. Al final es un resultado de suma y resta, de veinte votos, y por veinte monedas el Partido Popular no puede vender sus valores morales, sus convicciones y sus ideales. ¡Qué desolación que una cuestión que afecta a la vida de tantos miles de concebidos y no nacidos, dependa de las encuestas!
A los militantes del PP se les plantea la cuestión de conciencia de seguir perteneciendo a un Partido que actúa así, y la de seguir votándole.
Recibe un cordial abrazo de
N. B. Soy militante del PP y nunca he pertenecido al Opus Dei.
Fernando Díez Moreno
Vicepresidente de la Fundación Tomás Moro