Del libro “Historia del mundo y del Arte en Occidente” de Francisco Calvo Serraller y Juan Pablo Fusi. Ed. Galaxia Gutenberg. 2014. Pags. 50 y ssgs.
La libertad civil la riqueza y el desarrollo de las ciudades depararon el despertar cultural intelectual y artístico de Italia, un paso decisivo en la historia universal pulsado por la primera generación de humanistas:
Petrarca (1304.1374) el poeta (Cancionero), bibliófilo, biógrafo (De viris ilustribus), y moralista (De vita solitaria y Los triunfos), apasionado de la grandeza del Imperio Romano (África), y de la latinidad italiana.
Boccacio (1313-1375), el autor de los cuentos del Decameron y de un amplísimo tratado de mitología clásica (Genealogía deorum gentilium).
Salutatti y Bruni, cancilleres de Florencia, uno de los principales cargos de la burocracia florentina, el primero el mayor especialista de su tiempo en Cicerón, y el segundo historiador de Florencia y el gran traductor de Platón y Aristóteles del griego al latín.
Valla (1407-1457), el mayor estudioso de la lengua y literatura latina –y del uso crítico de las fuentes en la historia-, y también excelente traductor de los clásicos grecorromanos.
Alberti (1404-1472), arquitecto, urbanista, matemático, pintor, músico, arqueólogo, teórico del arte (De pictura, De statua, De re aedificatoria), que como arquitecto proyectó la fachada de Santa María Novella, el Palacio Ruccelai en Florencia, en Templo de Malatestiano en Rimini y elaboró los planos de la Iglesia de S. Andrés en Mantua.
El primer humanismo italiano, esto es, el ideal de la recuperación de la antigüedad clásica, los studia humanitatis, (búsqueda de manuscritos latinos, estudio del griego, del latín y de las letras clásicas), conllevaba de hecho una espiritualidad nueva, nuevos valores, nuevas ideas y creencias, una nueva concepción del hombre y de la vida: fe en el hombre y la razón, la libertad humana, la belleza, el amor, el prestigio, la fama, la virtud, la armonía y el equilibrio estético y moral.
Este primer humanismo italiano fue extraordinariamente fecundo y anticipó el Renacimiento y los ideales del humanismo cristiano de Erasmo de Rotterdam, Tomas Moro y Luis Vives.