De nuevo la “progresía” contra la Iglesia Católica

De nuevo la “progresía” contra la Iglesia Católica. (52).

Una nueva ola de persecución se ha desatado por la izquierda llamada a sí misma “progresista” contra la Iglesia Católica con motivo de los abusos sexuales. Son muchas las persecuciones que ha sufrido a lo largo de la historia y en todas ellas ha sobrevivido la barca de Pedro. Incluso en nuestros días no es extraño encontrar noticias de atentados, asesinatos de misioneros o discriminaciones en muchas partes del mundo. No es nada nuevo, pero en España, como siempre, tienen unos caracteres especiales.

Ahora el motivo es los abusos sexuales o pederastia cometidos por alguno de sus miembros, que no por la Iglesia, como de manera manipuladora se presenta el problema: los abusos los comenten las personas, no la Iglesia. Y como en toda campaña vamos a  soportar todo tipo de informaciones sesgadas y tendenciosas, me parece, amable lector, que debes prepararte y formar criterio propio en este tema. Para ello creo preciso tener en cuenta los siguientes datos y argumentos.

1). Los abusos son absolutamente rechazables y condenables, sin ningún tipo de paliativo o justificación. Son una vergüenza que avergüenza a todas las personas con independencia de sus creencias religiosas. Y es más vergonzoso aún que se hayan cometido por personas que se supone tienen valores morales y están obligadas a dar ejemplo de vida. Vaya por delante esta declaración.

2). La Iglesia Católica ha sido consciente del problema desde hace tiempo y, tal vez, no haya abordado el tema con la suficiente contundencia. Pero debe recordarse que ya en 1962, hace sesenta años, San Juan XXIII, aprobó una instrucción vaticana, “Crimen Sollicitacionis”, condenando los abusos con toda rotundidad y estableciendo graves sanciones. También San Juan Pablo II llamó a Roma a los Obispos de los Estados Unidos y desde 2001 los abusos figuran entre los delitos más graves. Y Benedicto XVI, avanzó en su combate y prevención, y en sus viajes apostólicos se cuidaba de recibir a las víctimas. Con el  actual Papa Francisco se organizó una convención monográfica sobre el tema en febrero de 2019 y se dictó la carta apostólica “Vos estis lux mundi”, en mayo de ese año, donde detallan las rigurosas e inmediatas acciones que se deben tomar en cuanto se sospeche de un caso. Es decir, la propia Iglesia ha abordado el problema, ha pedido perdón en reiteradas ocasiones, y ha tomado las medidas precisas para castigar y prevenir los abusos, evitando su repetición.

3). Pero la Iglesia la forman hombres y mujeres que son iguales a los demás hombres y mujeres, con todas las virtudes y los defectos de los seres humanos. Y no puede pasarse por alto que los que incurren en esta aberración son una ínfima minoría en relación con la inmensa mayoría de los que tienen un comportamiento ejemplar e incluso heroico. Pensemos en los misioneros y en la labor callada, y nada resaltada por los medios, que realizan en un ambiente casi siempre hostil. Por eso no se puede hablar de abusos de la Iglesia Católica, sino de abusos de una minoría de sus miembros que ni la representan ni constituyen el modelo seguido por la gran mayoría.

4). Los abusos sexuales o la pederastia se da también en otros ámbitos de la sociedad, aunque en estos casos la “progresía” mira para otro lado. Así según los informes más solventes el centro de esta lacra es la propia familia: los padres de los menores son culpables del 23 % de los casos; seguidos por compañeros de los niños (8,7 %); amigos (5,7 %); tíos (5,4 %); o amigos de la madre (5,4 %); en el ámbito de las actividades extraescolares (1%). Tales informes señalan que los sacerdotes cometen un 0,2 % de los abusos en España. A pesar de estas cifras a la Iglesia se la persigue con saña.

Lo dicho, una nueva persecución motivada por el odio. Pero ¿por qué tanto odio?

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