Humanismo cristiano y sentido del más allá.
Ahora que empieza uno nuevo año plagado de incertidumbres, tal vez sea oportuno meditar más lejos del año que comienza, esto es, sobre el sentido del más allá y como se ve desde el humanismo cristiano.
Para el humanismo, la esperanza en el más allá no es solo su seña de identidad, es también la respuesta coherente al hecho inevitable de la muerte y a la dramática y angustiosa alternativa de la nada después de ella.
Frente al positivismo que solo considera verdad lo demostrable científicamente, el humanismo sostiene que el hombre no es solo razón, ni la exigencia de esta es que todo sea demostrable, sino que las cosas sean razonables, y la opción del más allá es, cuando menos, una opción razonable
Frente al marxismo que acusó a los cristianos de confiar en el más allá antes que luchar por un mundo mejor, el humanismo sostiene que hay legión de hombres y mujeres cristianos que han luchado por un mundo mejor y lo han conseguido, mientras que el marxismo fue incapaz de construir una vida terrena digna.
La posición del humanismo en el tema del más allá se basa en las siguientes afirmaciones:
– que la creencia en el más allá es la respuesta a un ansia natural del ser humano. Quien adopta una postura positiva frente al más allá acredita su firme deseo de vivir, el ansia de vivir para siempre y por ello no morir para siempre, porque “la otra vida” es también vida.
– que es un signo de esperanza. Creer en “la otra vida” no es solo un acto de fe, también lo es, y sobre todo, de esperanza, un fenómeno radical de esperanza, como rasgo específico de la condición humana.
– que la creencia en el más allá es fuente de un sentido gozoso de la vida, contrario al sentido trágico que proviene del nihilismo, de la desesperanza y de la creencia de que todo termina con la muerte, de la consideración del hombre como una pasión inútil.
– que es una prueba de libertad. El ansia de inmortalidad es un ejercicio superior de libertad, porque implica saber prescindir de las ataduras terrenales. El más allá es un reto para los hombres y mujeres verdaderamente libres.
– que la creencia en el más allá alienta el compromiso con el bien de los hombres, es un estímulo para dedicarse al bien de los demás, es la utopía de los esforzados (entendiendo por utopía no lo imposible, sino lo difícil).
En resumen, el ansia de vivir, la esperanza, el sentido gozoso de la vida, la conciencia de una libertad responsable y el compromiso con el bien común, son las virtudes del humanismo próximas al ideal del más allá.
Te preguntarás y me preguntarás, amable lector, que es lo que tiene que ver todo esto con la política. Pues también hay una muerte y un más allá en la política.
Los ideales del humanismo sobre el más allá que te he expuesto más arriba pueden ayudar al político a comprender que no se puede estar siempre en la política, esto es, en cargos públicos. Que todo tiene su tiempo y este acaba. Que el político tiene que saber cuándo ha llegado su momento, tiene que saber retirarse a tiempo.
La permanencia prolongada en los cargos públicos puede generar efectos tan perniciosos como inadvertidos: la apatía por los temas y problemas que se repiten; el creer que los privilegios que acompañan al cargo son personales y propios; el desinterés por el correcto destino de los fondos públicos, olvidando que el dinero es de los ciudadanos; el considerar el servicio público y el interés general como algo que coincide con el interés particular. Cuando no auténticas y graves corrupciones para favorecer a amigos o partidarios.
Hemos visto muchos ejemplos en nuestros días y en nuestra España desgraciadamente. Si se tiene una concepción humanista del más allá, el político sabe cuándo debe retirarse y aceptarlo.