La Semana Santa y la gente (2ª parte)

La Semana Santa y la gente (y II parte) (34).

En la colaboración anterior dejamos para esta responder al porqué la gran mayoría de la gente dedica seis días a conmemorar la Pasión y uno solo a celebrar la Resurrección.

Antes que otra cosa, debo advertir que si bien esto es así para la mayoría de la gente, no lo es para la liturgia de la Iglesia, que dedica nada menos que cincuenta días para celebrar la Resurrección. ¡50 días! Ninguna otra festividad tiene un plazo tan prolongado de celebración. Cincuenta días en los que el “Ángelus” se sustituye por el “Regina coelis laetare” (“alégrate Virgen del Cielo porque aquél que mereciste llevar en tu seno ha resucitado según dijo”).

La segunda advertencia es que mi opinión es vulgar y sometida a cualquier otra mejor fundada. Dicho de otra manera, no soy ni teólogo, ni filósofo, ni sociólogo, y solamente expreso lo que deriva de mi razón y de mi sentido común.

Creo que es más fácil creer en la Pasión que en la Resurrección. Tal vez porque en nuestra educación influye más la profusión de imágenes de la primera que de la segunda; o tal vez porque celebramos por costumbre heredada más aquella que ésta; o tal vez porque la Pasión es un hecho físico, corporal, comprobable históricamente, abstracción hecha de su significado redentor.

Los sufrimientos de la pasión son descritos por G. Papini en los siguientes términos: La Crucifixión… era el más cruel y horrible de los suplicios. El que causaba más dolor y por más tiempo. Si sobrevenía el tétanos, un torpor compasivo apresuraba la muerte; pero los había que resistían… hasta el día siguiente. La sed de la fiebre, la congestión del corazón, la turgencia de las venas, el estiramiento de los músculos, los vértigos, y los dolores agudísimos de cabeza, la angustia lacerante y creciente, no bastaban a vencerlos. Pero los más, al cabo de doce horas expiraban”. No tenemos, sin embargo, una descripción de la Resurrección.

Sufrir es de humanos y todos conocemos lo que es. La persona entiende mejor el sufrimiento que la gloria.  La crucifixión la presenciaron muchas personas. Pero ninguna la Resurrección.

La Pasión es fácil de entender, relativamente hablando, pero no así que Cristo resucitó. Creer en la Resurrección es más complicado, porque aceptar la Resurrección no significa solamente que Cristo ha vencido en la muerte, significa también que nosotros resucitaremos, lo que significa, a su vez, que hay Vida Eterna. Y esto es tan difícil de entender a cualquiera que no tenga fe, a quien quiera utilizar solamente los medios de la razón, que la Historia del género humano, la Historia del pensamiento,  es una historia de las dudas y del debate sobre esta cuestión.

Los primeros que dudaron de la Resurrección de Cristo fueron los Apóstoles, especialmente Tomás, como relatan los Evangelios. Concretamente Lucas (24,1-11) relata cómo dudaron las mujeres, María Magdalena, Juana, María la de Santiago, y las demás mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea. También los discípulos de Emaús, con esa insuperable expresión escultórica del Claustro del Monasterio de Silos.

En los Hechos de los Apóstoles (17, 1-33) se relata la experiencia de Pablo en su predicación en Atenas, cuando sus oyentes se rieron de él al hablarles de la resurrección. Y así a lo largo de la historia del pensamiento se ha cuestionado la Resurrección, bien como ataque al cristianismo, bien como mera manifestación del ateísmo o del agnosticismo, o bien como el simple laicismo de nuestro tiempo.

En la Audiencia General de 14 de abril de 1993, el Papa San Juan Pablo II declara que la Pascua es el “centro” del año litúrgico y el “centro” de la vida del cristiano, precisamente porque es recuerdo vivo del “misterio” central de la salvación: la muerte y resurrección del Señor. Añade y explica como en los Evangelios, textos históricos y auténticos, se nos refieren datos y detalles prácticos que atañen a la Resurrección: el Sepulcro vacío, la incredulidad de los Apóstoles, las diversas apariciones de Cristo resucitado y sus encuentros con los discípulos.

La Catequesis de 1993, que acabamos de citar, no era la primera vez que el Papa abordaba el tema de la Resurrección. Años antes en la Catequesis sobre Jesucristo que desarrolló desde el 7 de enero de 1987 al 19 de abril de 1990, había dedicado ocho miércoles a Jesús Resucitado. Y en ellas mantiene que la Resurrección es una de las Verdades de la Revelación. Y que fue anunciada gradualmente de antemano por Cristo: tras la proclamación de Pedro en las cercanías de Cesárea de Filipo; después de la transfiguración; después de la curación del epiléptico endemoniado; al subir a Jerusalén; en la alusión al signo de Jonás; en el desafío a los judíos de la reconstrucción del Templo; en la resurrección de la hija de Jairo, del joven Naim, y sobre todo de Lázaro.

No sé, amable lector, si te he aclarado la interrogante planteada. Te deseo que no  formes parte de esa “gran mayoría de la gente” que celebra solo un día la Resurrección, y que tú te dispongas a celebrarla 50 días, hasta el día 23 de mayo, fiesta de Pentecostés.

F.D.M.

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