SUMARIO. 1. Planteamiento. 2. Los Beatos. 3. El contexto histórico del Beato de Liébana. 4. Datos biográficos del Beato de Liébana. 5. El Apocalipsis de San Juan. 6. Los “Comentarios al Apocalipsis”. 6. La Polémica con Elipando. 7. El himno “O Dei verbum”. 8. El Monasterio de Santo Toribio de Liébana. 9. Nota bibliográfica. Anejo.
1. Planteamiento.
Debe comenzarse distinguiendo lo que es el personaje histórico, del “códice” llamado Beato.
En efecto el “Beato de Liébana” fue un monje que vive en el Monasterio de San Martín de Turiano (a partir de 1125 se llamará Monasterio de Santo Toribio de Liébana), llamado así, es decir, “Beatus”, en vida, sin estar “beatificado”, después de muerto. Posiblemente respondería al nombre de Benito, o Bendito, o Benedicto.
Este monje escribe en el año 766 unos “Comentarios al Apocalipsis de S. Juan” que será bella y profusamente ilustrado. Más adelante, estos “Comentarios” serán copiados en otros Monasterios hasta en 31 ocasiones, que se conozcan, y a estas copias se les llamará “Beato de San Millán, de San Miguel de la Escalada, de San Salvador de Távara, etc., etc. Es decir, lo que era el nombre de un monje pasa a denominar las copias del libro “Comentario al Apocalipsis”.
Analizaremos en primer lugar los “Beatos”, para centrarnos después en el persona e historia del monje “Beatus” y las principales obras que dejo escritas y han llegado a nosotros.
2. Los Beatos
Se conocen como «Los Beatos» los manuscritos de los siglos VIII a XI, más o menos abundantemente ilustrados, donde se copian los “Comentarios al Apocalipsis de San Juan” redactados el Beato de Liébana.
La obra original fue escrita con vistas a que el texto apareciera ilustrado con miniaturas, que son explicadas al pie de la ilustración. El lenguaje figurativo se encuentra en todos los autores de la Iglesia antigua. No sorprende que Beato siguiera esta tradición con el fin de hacer más accesible el texto a los lectores y dar mayor gracias y sutileza a sus palabras.
El estilo de las imágenes tendrá en cuenta la liturgia mozárabe y variará según la época y el Monasterio que hace la copia. En todo caso la decoración pictórica es de extraordinaria importancia para la historia del arte.
En las páginas de los Beatos, estamos en un mundo de imágenes que hablan mejor al alma que lo harían las palabras apoyando los conceptos, y que, al contrario, facilitan por su abstracción el acceso a la verdad del relato.
Los Beatos no son meras adiciones al texto del Apocalipsis (o de su comentario por el monje de Liébana): son visiones nacidas de una visión, de nuevas capas de verdad añadidas al texto profético. Así la Belleza no es más que una etapa en la ruta que conduce a la Verdad: el fuego de los colores se mezcla en el brasero de las palabras para lanzar en nuestras almas deslumbradas nuevas gavillas de significados.
Las imágenes impactan incluso a los que conocen bien el Apocalipsis. Pero no es de subestimar el genio de los miniaturistas, reconocer la relación de muchos elementos con la realidad que los rodeaba. Si los decorados, los muebles, las actitudes parecen ser puros productos de la imaginación, es porque la liturgia que los suscitaba no nos es familiar; por eso atribuimos a la invención lo que estaba incluido en la observación.
Una vez más conviene atender al talento literario y la precisión de Jacques Fontaine:
“Hay quizás que esperar, de estas ilustraciones, visiones de las liturgias mozárabes que conservamos en las miniaturas, en particular las de los Beatos. Pues aquí se alimentan mutuamente cosas vistas y visiones. Si los fastos de la liturgia humana ya significan la realización imperfecta y figurativa de la gran liturgia celestial del Apocalipsis, es evidente, en el sentido más propio -el de una visión inmediata-, que el pintor Magius sus alumnos y sus imitadores no han podido imaginar lo que no veían más que a partir de lo que veían. De ahí tantos altares con cálices, coronas votivas suspendidas sobre estos altares, que son como la proyección onírica de lo que los monjes mozárabes veían en sus iglesias y vivían cada día, pero sobre todo en las grandes fiestas.”
Las pinturas no se concibieron inicialmente con finalidad decorativa, sino que estaban subordinadas al texto y, al igual que los comentarios, tenían un propósito explicativo de su contenido. Por eso, en las figuras, las arquitecturas o las referencias espaciales no hay interés en la proporción, o en el volumen o en el carácter tridimensional del espacio. La miniatura está al servicio del texto.
Quedan una treintena de manuscritos miniados (34) del Comentario del Apocalipsis. De ellos, 25 están completos, 22 tienen imágenes, pero solamente una decena pueden considerarse como antiguos. Según algunas hipótesis, el manuscrito se decoró desde el principio, como hacen pensar las partes insertadas en el texto, que hacen referencia a una imagen. Pero no se ha conservado ninguno de estos proto-Beatos.
3. El contexto histórico del Beato de Liébana.
Estamos en los primeros años de la Reconquista. En Europa es la época de Carlomagno y del Sacro Imperio Romano Germánico que se extiende desde la Marca Hispánica (Cataluña) hasta el Danubio y la zona norte de la antigua Yugoeslavia; desde Dinamarca hasta los Estados Pontificios en Italia.
La situación en la Península Ibérica es fluctuante. A veces se afianza el objetivo de la Reconquista, pero en otras prevalece el deseo de pactar con los emires de Córdoba, como lo demuestran las “Crónicas mozárabes”.
La Iglesia trataba de continuar la trayectoria marcada por los visigodos, pactando con las autoridades civiles.
El Rey de Asturias Alfonso I el Católico se ha casado con una hija de D. Pelayo. Era hijo del Duque de Cantabria y descendiente directo de Leovigildo y Recaredo. Repobló Liébana, la Trasmiera, Sopuerta, la Valdulias y la parte marítima de Galicia. Murió en el 757.
Le sucede el Rey Fruela (757-768), partidario de la lucha sin cuartel contra los musulmanes. Se enfrentó a los clérigos por el tema del celibato. Libró una batalla contra el hijo de Abderamán en Portumio. Mató a su hermano Vimarano y fue asesinado en Cangas.
Al Rey Fruela le sucede el Rey Aurelio (768-774) elevado al poder por los nobles con la ayuda del Emir. Son tiempos de transigencia con los árabes.
Después viene el Rey Silo (775-783). Se casa con Adosinda hija de Alfonso el Católico. Tiene que sofocar rebeliones internas en la batalla de Monte Cubeiro. Son tiempos de confusión que hicieron temer por la derrota definitiva ante los musulmanes. Beato es ya un monje influyente en la Corte y reclama unidad de todos frente al enemigo común. En 776, Beato redacta la primera versión de los “Comentarios al Apocalipsis”.
Al Rey Silo le sucede el Rey Mauregato (783-789), hijo bastardo de Alfonso el Católico. Respaldó la postura de Beato frente a Elipando, eliminando la dependencia eclesiástica de Toledo. Beato le dedicó el himno “O Dei Verbum”, quedando desde entonces vinculado el nombre de Hispania a Santiago el Mayor. En 1786, Beato redacta la versión definitiva de los “Comentarios al Apocalípsis”.
A Mauregato le sucede el Rey Vermudo (789-792), hijo de Fruela, monje que después de perder dos batallas frente a los musulmanes, volvió al Monasterio y dejó el trono vacante.
Le sucede el Rey Alfonso el Casto (792- ) que rechaza varias ofensivas de Hixam, hijo de Abderramán, que estuvieron a punto de aniquilar la capital.
4. Datos biográficos del Beato de Liébana.
Puede afirmarse que nació hacia el año 730 y murió hacia el año 790. Es posible que fuera natural de Liébana, aunque no hay que descartar que llegase allí procedente de la meseta con las emigraciones llevadas a cabo por Alfonso I, como por mera hipótesis sugiere Sánchez Albornoz. En cualquier caso vivió en Líebana y se le tuvo por lebaniego toda su vida. En Liébana se da culto a Beato desde tiempo inmemorial, llamándole San Beato y su fiesta se celebra el 19 de febrero.
Poco se sabe de su biografía salvo los datos ligados a sus obras. El gran Alcuino de York, Obispo con Carlomagno y Abad de San Martín de Tours, le consideraba como varón docto, y tan santo de nombre como de vida, proclamó la fama de su caridad y le llamó repetidamente “santo”. Así mismo le trataba como Abad de su Monasterio.
Beato dedicó su vida al estudio de las Sagradas Escrituras. Puede por ello calificarse como un teólogo. Se apoyaba en la biblioteca del Monasterio y manejaba las obras de San Gregorio, San Isidoro, Victorino, Primasio, Ticornio, Apringio, San Jerónimo, San Agustín, San Ambrosio, San Fulgencio, Orígenes, Casiano, Cipriano, San Cirilo, Euquerio, Filastro, Gregorio de Elvira, Hegesipo y otros. Recuérdese la importancia de las bibliotecas en los Monasterios y la novela “En nombre de la rosa” de Umberto Ecco.
Beato adquiere rápidamente una reputación de gran erudición. Su notoriedad tenía como causas, además de sus “Comentarios al Apocalipsis”, el ser un pensador militante y enérgico, que combate a los que se comprometen con el invasor, comenzando por el arzobispo de Toledo.
No era Obispo, sino Presbítero.
No hay duda de que pasó su vida en el Monasterio de San Martín de Turieno, que debía de existir en la época visigótica y que era el más importante de Liébana, dada su situación estratégica. Cambió su nombre por el de Santo Toribio de Liébana en el siglo XII (1125).
Beato fue muy apreciado en la Corte asturiana. Fue confesor y preceptor de la Reina Adosinda, hija de Alfonso I, la futura reina Adosinda, que se casaría con el rey Silo de Asturias, monarca desde 775 a 783. Asistió a la toma de hábito, vez muerto su marido, en el otoño del año 785. Hay, incluso, quien sostiene que se trasladó a la Corte y dejó el Monasterio, pero no hay constancia de ello.
Es seguro que los “Comentarios” los escribió en 776 y que elaboró una segunda versión en 786. La polémica con Elipando, Arzobispo de Toledo, tiene lugar por estas fechas, pues el libro “Apologético” se difunde a comienzos de este año de 786. Y entre 783 y 788 escribe la tercera de sus obras “O Dei verbum”.
A partir de estos momentos, las últimas etapas de su vida son más tranquilas, con la satisfacción de ver cómo su doctrina se va expandiendo por Europa.
5. El Apocalipsis de San Juan
El “Apocalipsis” de San Juan es el último libro del corpus bíblico cristiano. Se redactó en el último tercio del siglo I, durante las persecuciones de Néron, después de la de Domiciano contra los cristianos que se negaban a rendir culto el Emperador. Arrio negaba su autoridad divina.
Un apocalipsis es un «descubrimiento» del futuro, revelado a un alma y transcrita bajo una forma poética más o menos criptada. Es un discurso escatológico. Se calificaron los Apocalipsis de «Evangelios de la Esperanza», ya que anuncian a poblaciones martirizadas que el mal histórico consigue una felicidad eterna. El texto parece generalmente oscuro a los que no están penetrados de la cultura bíblica: destinado a los creyentes y a ellos sólo, hace referencia a la Historia Santa y a libros proféticos del Antiguo Testamento. Por eso su alcance «político» escapa a los perseguidores. Es pues una concepción de la Historia (una «Teología de la Historia», escribía Henri-Irénée Marrou) destinada a mostrar a los que sufren cómo el Bien Supremo se encontrará al término de una marcha históricamente necesaria a través del Mal.
Aunque hay quien opina que el A. es un libro enigmático e ininteligible, sin embargo, un libro que significa “revelación” no puede ser inaccesible al entendimiento. Su finalidad es traer esperanza y consuelo en medio de la tribulación. Al tiempo que nos anuncia los acontecimientos trágicos que precederán al fin del mundo, nos confirma en la esperanza del triunfo definitivo.
El A. nos habla:
o De persecuciones y quebrantos
o De una apostasía que cubrirá el mundo como el diluvio
o De un poder político que se ensaña con la verdadera religión
o Del Anticristo, hijo de la perdición, que aparece como un nuevo Mesías
o De la derrota final del Anticristo.
La Parusía de Cristo es la coronación de los planes divinos de salvación; y toda fe que se olvida de la Parusía está cegando la fuente de la esperanza.
El A. no es una historia lineal, sino una historia que recapitula dando saltos atrás. Así por ejemplo el “setenario”. El nº 7 que en las Escrituras significa universalidad, la emplea para designar un ciclo completo:
o Las Cartas a las 7 Iglesias equivalen a 7 épocas de la historia de la Iglesia
o Las 7 Trompetas representan las 7 herejías que se producen a lo largo de los siglos.
o Los 7 Sellos describen la curva histórica de la Cristiandad
o Las 7 Copas prefiguran las calamidades de las postrimerías.
El Apocalipsis, que los arrianos se negaban a considerar como un libro revelado, y que se centra en la divinidad del Cristo, se convierte, a partir del siglo VIII, en el texto faro de los cristianos que resistían. El Apocalipsis es pues una obra de combate, verdadera arma teológica, contra todos los que no veían en Cristo una persona divina en el mismo plano que Dios Padre.
6. Los “Comentarios al Apocalipsis”.
El Beato escribe los “Comentarios” por tres razones entre otras:
1ª. El Canon 17 del IV Concilio de Toledo (632) acordó, bajo pena de excomunión, que el Apocalipsis es uno de los libros canónicos y ordenó su lectura en las Misas desde Pascua hasta Pentecostés en los Monasterios, lo que obligó a estos a poseer diversos ejemplares, comentándolos para facilitar su lectura. Tengamos en cuenta que tal obligación solo se refería, de la Biblia entera, a este único texto.
2ª. Beato compartía la creencia de que la “Parusia” o fin del mundo estaba muy cerca y que, concretamente, se produciría en el año 800. Se basaba en la idea de que el mundo cumplía en dicho año 800, los 6.000 años de existencia, pues según los cálculos antiguos el nacimiento de Cristo había tenido lugar hacia el año 5.200, por lo que el temido año 6.000, la sexta edad, coincidía con el 800 de nuestra era. En el “Comentario”, Beato anunció expresamente el fin de la “sexta edad” en el año 838 de la Era Hispánica, que coincidía con el 800 después de Cristo. El Anticristo tenía que haber nacido ya.
Hubo que se preparó para recibir el fin del mundo y después de una tensa espera, el hambre empezó a cundir entre los reunidos, por lo que el personaje principal de la asamblea dijo: “Comamos y bebamos. Si hemos de morir que sea con el estómago lleno”.
3ª. Mientras que Asturias se refuerza cada vez más y se puebla, los cristianos que viven bajo el yugo musulmán se encuentran en la misma situación que antes bajo la dominación de los visigodos arrianos. No pueden practicar su culto durante el día; las campanas y procesiones están prohibidas; las iglesias y los monasterios destruidos no pueden reconstruirse; las persecuciones toman a menudo un cariz sangriento. Sujetos a impuestos que sólo se les aumentan a ellos. Una vez más, son numerosos los que se refugian en el campo, mientras los invasores permanecen en las ciudades. Los cristianos que viven en tierra musulmana no pueden practicar su religión excepto si antes juraron lealtad a un jefe
El Apocalipsis se presenta entonces como el libro de la resistencia cristiana. Los grandes símbolos toman un nuevo sentido. El Animal, que designaba al Imperio, se convierte en el nombre del emirato (convertido más tarde en califato), Babilonia no es ya Roma sino Córdoba, etc.
El Apocalipsis, que se había interpretado como una profecía del final de las persecuciones romanas, se convierte en el anuncio de la Reconquista. Es una promesa de entrega y castigo. El desciframiento es sencillo para las masas que creen, y este libro termina por adquirir, en la España ocupada, más importancia que los Evangelios.
Los motivos que mueven al Beato a escribir sus comentarios pueden resumirse así: la necesidad de oponerse a las amenazas de los musulmanes y arrianos; el deseo de resaltar la divinidad de Cristo, hijo de Dios. Su intención la manifiesta el mismo Beato al comienzo de su obra: “invoco al Espíritu Santo para que quien le reveló a Juan los arcanos de sus secretos, nos abra la puerta del entendimiento interior, a fin de que podamos explicar sin culpa alguna, y manifestar con veracidad, bajo el magisterio de Dios, cuantas cosas han sido escritas”.
La obra del Beato se divide en doce capítulos y en cada uno de ellos dos partes: el texto y su comentario. Es una obra de erudición, hecha sobre todo de citas. Beato toma extractos más o menos largos de los textos de los Padres y Doctores de la Iglesia; en particular, Ticonio el Africano, San Agustín, Apringio de Beja, Victoriano y Gregorio Magno, (especialmente su trabajo sobre Daniel), San Ambrosio, San Ireneo, San Isidoro (“De fide catolicum contra judeos”). También cita el “Comentario del Libro de Daniel” de San Jerónimo.
¿Cómo tal libro, escrito en 776 y modificado diez años más tarde, ha tenido tal impacto durante cuatro siglos? Si la parte de Beato es muy reducida, la obra contiene por el contrario una traducción latina íntegra del Apocalipsis de Juan, lo que puede en parte explicar su notoriedad.
En los “Comentarios” se pretende hacer frente a la crisis por la que pasaba la Iglesia en aquellos años e intenta demostrar que está en posesión de la traditio sobre la llegada y predicación del Apóstol Santiago en España. Para ello se basa en ciertos escritos del libro Breviario de los Apóstoles.
6. La Polémica con Elipando.
Este asunto tuvo una gran repercusión en la Cristiandad, desde Alcuino de York, Abad de San Marín de Tours (Ligugué), teólogo y consejero de Carlomagno (742-814) en Aquisgrán, hasta el Papa Adriano I, que se ponen del lado de Beato. Es la famosa pelea del adopcionismo, herejía cuyo teórico era Félix, el obispo de Urgel. Este último declaraba que Cristo no era el Hijo de Dios, sino que solamente fue adoptado por Él, tesis en completo desacuerdo con la del Concilio de Nicea II sobre la consubstancialidad del Padre y el Hijo. Félix fue llamado a Ratisbona y en un Concilio con asistencia de numerosos prelados fue obligado a abjurar de la herejía.
Esta herejía seducía a un visigodo nostálgico del arrianismo como Elipando, arzobispo de Toledo, elevado a esta cátedra durante la dominación árabe. Había sido formado en Sevilla y con bastante probabilidad en las enseñanzas de los sirios nestorianos que, hasta entonces no habían sido propagadas en Hispania.
Beato, apoyado por Eterio, Obispo de Osma, que había huido por la ocupación musulmana y que se encuentra en el Monasterio a la espera de la Reconquista, se enfrenta a Elipando.
Elipando escribe a los Obispos de las Galias, Aquitania y Austria y a Carlomagno diciendo que “según las tradiciones de los Padres, confesamos y creemos que Él, nacido de mujer, nacido bajo la ley, no es hijo de Dios por generación sino por adopción”.
Escribe otra carta dirigida al Abad del Convento de San Juan Evangelista en Pravia en la que declara con toda sencillez que conviene exterminar a todos los que no viesen en Cristo al hijo adoptivo de Dios.
En efecto, el 26 de noviembre del año 785, Beato y Eterio asisten en Pravia, donde se encontraba la Corte, que había sido trasladada desde Cangas, en el Convento de San Juan Evangelista, a la toma del hábito de Adosinda, viuda del Rey Silo, muerto dos años antes. El Abad del Monasterio, Fidel, le entrega a Beato y Eterio la carta que le escribió Elipando en la que vertía toda clase de insultos vejatorios e improperios contra ellos: “quien no confesare que Jesucristo es hijo adoptivo en su humanidad, y no adoptivo en su divinidad, es un hereje y debe ser eliminado”. Después de definir a Beato como discípulos del Anticristo añade que “nunca se ha oído que los lebaniegos hayan enseñado a los de Toledo. Todo el mundo sabe que esta sede brilló por sus santas doctrinas desde el mismo inicio de la fe y que nunca fue origen de cisma alguno. Y ahora, ¿unas ovejas sarnosas pretenden enseñarnos?… ¿Con quién le compararé sino con Fausto el Maniqueo?”
Ya en la carta escrita a Carlomagno y a los Obispos de las Galias decía que “la palabra viperina y el hedor sulfúreo de, por antífrasis, Beato, nefando presbítero, pseudocristo y pseudoprofeta de una doctrina pestilente ha manchado por entero lo más íntimo de nuestro corazón al afirmar que en el Hijo de Dios no tuvo lugar la adopción de la carne”. Y añadía “debe doler a vuestra piedad, ínclito Señor, que el apestoso Beato, que después de su arrepentimiento vuelve otra vez al lecho de ramera, se vanaglorie y escriba…”.
A Eterio le acusa de no haberse alimentado con maestro óptimos sino con ignorantes y cismáticos como Beato, “este nos anuncia que ha aparecido entre nosotros el precursor del Anticristo, os ruego que le preguntéis donde o cómo, o cuando nació”.
En el año 785 la polémica se había extendido por Francia y el Papa Adriano escribe una carta condenando la doctrina.
En 788 tiene lugar en Narbona un Concilio Provincial al que asiste Félix de Urgel en el que se vuelve a condenar la doctrina.
En 792, reinando Alfonso II el Casto, se convoca otro Concilio en Ratisbona, en el que feliz adjura de su herejía, pero no así Elipando, que escribe una carta a Carlomagno y a los Obispos franceses, defendiendo a Félix y atacando a Beato.
A la vista de la carta, en 794, Carlomagno convoca en Frankfurt a 300 prelados de los territorios francos, Aquitania, Provenza, Italia y Germania con asistencia de legados del Papa y de Alcuino de York, que condena de nuevo “la impía y nefanda herejía defendida por Elipando de Toledo y Félix de Urgel que debe ser eliminada de raíz de la Santa Iglesia”.
Para responder a la carta que le entrega el Abad Fidel, Beato escribe el libro “Apologéticum adversus Elipandus”. Para ello se apoyan en el Evangelio según San Juan (2, 22), en San Ambrosio, Orígenes, San Jerónimo y San Agustín. También en autores que antes que ellos se habían enfrentado a las herejías: Cirilo (“Apologético contra los orientales”), Hegesipo, Filoastro de Brescia, Virgilio, San Cipriano, Juan Casiano, Eugenio de Lyón y Tyconio. Con esta base, demostraron que Cristo no es uno el Verbo y otro el Hombre, sino que uno y otro es el único Hijo. El Hijo de Dios no asumió la persona del hombre sino la naturaleza y es absurdo considerar que el Hijo es en parte Dios y en parte hombre.
La respuesta a Elipando comienza con suavidad: “Al Eminentísimo para nosotros y amable para Dios, Elipando Arzobispo de Toledo, Eterio y Beato, salud en el Señor”. Se refiere después al “impío libelo” que Elipando ha difundido y argumentan que “la plenitud de la fe comprende lo que la razón humana en sus especulaciones no puede alcanzar” y con gran elocuencia señalan que “Dios lo afirma, lo comprueba su Hijo, la tierra temblando lo manifiesta, el infierno suelta su presa, los mares le obedecen, los elementos le sirven, las piedras se quebrantan, el sol oscurece su lumbre: solo el hereje, con ser racional, niega que le Hijo de la Virgen sea el Hijo de Dios”
A Elipando, que lo ha llamado «falso profeta» y habla de sus «escritos apestosos». Beato responde tratándolo de «mono de circo» y llamando a los herejes “testículi Anticristi”. La polémica continúa así en una escalada de violencia verbal y solo acabará con la muerte de Félix y Elipando. Bajo las presiones de Alcuino, de Carlomagno y del Papa, Félix abjura en numerosas ocasiones, después de haber vuelto una y otra vez a la herejía.
Pero estos acontecimientos solo serían anecdóticos si la herejía del obispo Félix no hubiera seducido también a los ocupantes musulmanes. Había en estas tesis un cuestionamiento de la naturaleza divina de Jesús que conducía a una devaluación del cristianismo, un cristianismo más monoteísta. Algunos historiadores piensan incluso que Elipando se habría hecho el apóstol del adopcionismo para agradar a las autoridades árabes
Por lo tanto, se comprenden mejor la importancia del Apocalipsis entre los cristianos del noroeste de España, y el impacto del Comentario que hace un monje muy implicado en la lucha contra las herejías, el gobierno de ocupación y los religiosos colaboradores.
7. El himno “O Dei verbum”.
Se trata de un himno litúrgico que forma parte del rito mozárabe en la festividad de Santiago. Era una plegaria para reforzar a los cristianos y ayudarles en la lucha por la Reconquista. En él se habla del martirio de Santiago que vino a Hispania y fue castigado por hacerlo y de los tiempos de sufrimiento por el que estaban pasando los cristianos, necesitando por ellos la intercesión del Apóstol:
Consta de 60 versos distribuidos en 12 estrofas.
– Comienza con referencias a Cristo, Verbo de Dios Creador, luz del mundo, hijo de María, rey y sacerdote, adornado con 12 piedras preciosas (1-10).
– El sol al comienzo del día ahuyenta las tinieblas y la luz de Cristo brilla en los 12 candelabros, símbolo de los Apóstoles, que dieron testimonio en el mundo (11-20). Beato explica el destino concreto de cada Apóstol:
–
o Pedro en Roma.
o Tomás en la India.
o Mateo en Macedonia, Arabia, Siria, Mesopotamia y Persia.
o Felipe en las Galias y Asia Menor.
o Matías en Judea y Etiopía.
o Santiago el Menor en Jerusalén.
o Bartolomé en Licaonia e India.
o Andrés en Acaya y en las costas del Mar Menor.
o Santiago el Mayor en Hispania.
o Simón el Zelote en Egipto, Norte de África, Babilonia y Persia y
o Judas en Edessa, Arabia, Siria, Mesopotamia y Persia.
– Entre los Apóstoles destacan Santiago el Mayor y Juan, hijos del Trueno, que estuvieron al lado de Jesús en la última cena y en Getsemaní: “gobernando solo Juan el Asia, a la derecha, y su hermano habiendo conquistado Hispania” (21 a 35).
– Se recuerdan los pasajes legendarios del martirio de Santiago y su decapitación (36 a 45).
– A partir de entonces el himno pierde su carácter narrativo y se convierte en una invocación insiste al Apóstol de España:
“Oh verdaderamente digno y más santo Apóstol.
que refulges como áurea cabeza de Hispania,
nuestro protector y patrono nacional,
evitando la peste, sé del cielo salvación,
aleja toda enfermedad, calamidad y crimen.
Muéstrate piadoso protegiendo al rebaño a ti encomendado
y manso pastor para el Rey, el clero y el pueblo;
que con tu ayuda disfrutemos de los gozos de lo alto,
que nos revistamos de la gloria del reino conquistado,
que por ti nos libremos del infierno eterno”.
Claudio Sánchez Albornoz le atribuye la autoría del himno al Beato y estima que es el fundamento de la doctrina del Apóstol Santiago como evangelizador de España. Esta atribución se encuentra también en Justo Pérez de Urbél.
El himno O Dei Verbum, está formado por temas y conceptos tomados del primer Comentario al Apocalipsis que Beato escribió en el año 776, del Evangelio de San Juan, y de otras citas bíblicas.
Es la primera vez que se cita de forma indudable la venida de Santiago a España. En el Comentario al Apocalipsis el Beato menciona que San Santiago es el evangelizador de España y se afirma su Patronazgo. La Iglesia asturiana naciente y la Corte aceptaron con júbilo esta posibilidad. El propio Beato lo resaltó, en persona, en presencia del Rey Mauregato (sucesor de Silo) y la nobleza con la intención de favorecer la devoción al Apóstol. El Reino Astúr-Cántabro pasaba por momentos de debilidad debido a que el emir Abderramán estaba a punto de dominar toda la península, intentando convencer a la nobleza de las ventajas de mantener la paz con el emir cordobés.
Propagó la devoción a Santiago para ensalzar y promocionar el patronazgo de Santiago sobre la España septentrional, necesitada de la ayuda divina. La trascendencia que esta doctrina tuvo sobre la futura historia de España es de un relieve tan acusado que merece destacarse como uno de los jalones más significativos de dicha historia.
Pocos años después, a principios del siglo IX, «se descubre» la tumba de Santiago en el «Campo de Estrella» (es decir, Compostela), que se convertirá en Santiago de Compostela. Allí se habrían transportado las reliquias del hermano de San Juan Evangelista un siglo antes, desde Mérida, para sustraerlos a los profanadores musulmanes. Dado que en la época se asignó el Apocalipsis a San Juan, Beato quiso quizá honrar también a su hermano Santiago el Mayor, y hacer de los dos hijos de Zebedeo los vectores de los valores de la España martirizada, resistente y gloriosa.
Beato muere en 790, antes del descubrimiento de la tumba de Santiago. Por sus escritos y sus disputas, había sentado los fundamentos culturales de lo que después iba a llegar a ser la nación española.
8. El Monasterio de Santo Toribio de Liébana.
El origen del monasterio es oscuro. Durante el reinado de Alfonso I, éste repoblaría la Liébana en una etapa temprana de la Reconquista, a mediados del siglo VIII. En un principio fue consagrado a San Martín de Turieno y estaba ocupado por monjes benedictinos hasta la desamortización en año 1837. Con posterioridad atendieron el Monasterio sacerdotes diocesanos y desde el año 1961, lo atienden monjes franciscanos.
La primera referencia del Monasterio bajo la advocación de Santo Toribio, data de 1125, atribuida a un obispo de Palencia del siglo VI llamado Toribio, el cual se retiró junto con algunos de sus acólitos para seguir una vida de acuerdo con la regla benedictina.
Probablemente durante el siglo VIII el cuerpo de otro obispo, Toribio de Astorga, fue trasladado al monasterio junto con las reliquias que se cree había traído de Tierra Santa. La más importante de estas es el Lignum Crucis, el trozo de la cruz de Cristo más grande que aún perdura según la Iglesia Católica.
El 23 de septiembre de 1512 el papa Julio II otorga, mediante bula, el privilegio de celebración del Año Jubilar Lebaniego, lo que hace del monasterio un importante centro de peregrinación, siendo uno de los lugares santos más importante del catolicismo romano en Europa, junto a otros importantes sitios como Roma, Santiago de Compostela, Urda, Caravaca de la Cruz y Asís.
El 30 de diciembre de 1513 y el 10 de julio de 1515, el Papa León X ratificó el jubileo cuando la fiesta de Santo Toribio coincidiera en domingo y los siete días siguientes.
En 1591 el Papa Gregorio XIV, en 1664 el Papa Urbano VIII, y en 1676 el Papa Clemente X concedieron indulgencias plenarias o parciales a los cofrades del “Lignum Crucis” en el día del ingreso en la Cofradía, a la hora de la muerte y el 3 de mayo (día de la invención de la Santa Cruz).
El 4 de septiembre de 1872 el Papa Pío IX concedió a perpetuidad indulgencia plenaria el 23 de agosto, aniversario de la erección de la Cofradía.
El 25 de noviembre de 1967, el Papa Pablo VI autorizó a la Penitenciaría Apostólica para conceder indulgencia plenaria para todo el Año Jubilar Lebaniego.
El monasterio fue además el lugar donde en el siglo VIII el monje Beato de Liébana escribió e ilustró sus libros, entre los que destaca el Comentarios al Apocalipsis. El monasterio fue originalmente una posesión real, pero fue donado por Alfonso VIII a los condes Don Gómez y Doña Emilia, los cuales lo entregaron al Monasterio de San Salvador de Oña (Burgos), junto con otras propiedades en Liébana y en provincias vecinas.
Al coincidir el año de 2017 el 16 de abril, día de Santo Toribio, en domingo, puede ganarse durante todo el año indulgencia plenaria cumpliendo los siguientes requisitos: rezar el Padrenuestro, el Credo y una oración por el Papa; confesar y comulgar el mismo día o en fecha próxima; y asistir a la Misa del Peregrino.
A los peregrinos a Santo Toribio de Liébana se les conoce como “crucenos”.
9. Nota bibliográfica.
La B.A.C (Biblioteca de Autores Católicos) ha publicado las Obras Completas de Beato de Liébana en dos tomos, edición bilingüe preparada por Joaquín González Echegaray, Alberto del Campo y Leslie E. Freeman. Madrid 2004.
En el Tomo I se contienen los “Comentarios al Apocalipsis de San Juan”, el “Himno O Dei Verbum” (Himno para el día de Santiago Apóstol, hermano de San Juan) y el “Apologético” (Carta de Eterio y Beato de Liébana a Elipando).
En las páginas LVII a LXIII se contiene una muy amplia bibliografía general sobre estos temas a la que nos remitimos. Llamamos la atención sobre las obras de A. Balil, en las que se mencionan todos y cada uno de los “Beatos” que se han conservado con indicación de su comentario, explicación de las láminas, lugar en que se encuentran, si han sido o no reproducidos en facsímil y de sus características físicas.
En esta Bibliografía General se mencionan a 113 autores con sus correspondientes obras.
Anejo 1
Los principales Beatos:
Entre los 34 Beatos (de algunos de los cuales no quedan más que fragmentos), es necesario distinguir:
– Fragmento de Nájera. Siglo IX. Tesoro de la Abadía de Santo Domingo de Silos.
– Beato del San Millán de la Cogolla (valle del Ebro). Hacia 930. Madrid, Real Academia de la Historia. Ms. 33.
– Beato de San Millán. Hacia 950/955. Monasterio de El Escorial. Real Biblioteca de San Lorenzo. Ms. y II. 225 x 355 mm. 151 hojas. 52 iluminaciones.
– Beato de San Millán. 2º tercio del siglo X Madrid. Biblioteca Nacional. Ms. Vit. 14.1.
– Beato de San Miguel de Escalada (cerca de León. Hacia 960. J. Pierpont Morgan Library, Nueva York. Ms 644. 280 x 380 mm. 89 iluminaciones. Pintado por Magius, archipintor.
– Beato de San Salvador de Tábara. Hacia 968 / 970. Madrid. Archivo Histórico Nacional. Ms 1097 B (1240). Pintado por Magius, terminado después de su muerte por su alumno Emeterius.
– Beato de Valcavado, de Palencia. Hacia 970. Valladolid. Biblioteca de la Universidad. Ms. 433 (ex ms 390). 97 iluminaciones restantes. Pintado por Oveco para el abad Semporius.
– Beato de Rioja o León. Hacia 975. Catedral de La Seo de Urgel. Archivos. Ms. 26. 90 iluminaciones.
– Beato de Tábara. Hacia 975. Catedral de Gerona. Archivos. Ms. 7. 260 x 400 mm. 280 hojas. 160 iluminaciones. Pintado por Emeterius (alumno de Magius) y por la pintora Ende.
– Beato de León. 1047. Madrid. Biblioteca Nacional. Ms. Vit. 14.2. Encargado por Fernando I y la reina Sancha. 267 x 361 mm. 312 hojas. 98 iluminaciones. Pintado por Facundo.
– Beato de la Catedral de El Burgo de Osma, 1086. Cod. 1. 225 x 360 mm. 166 hojas. 71 iluminaciones. Escriba: Petrus. Pintor: Martinus.
– Beato de Saint-Sever de la Abadía de Saint-Sever (Landas). 1060 / 1070. París. Biblioteca Nacional de Francia. Ms. Lat. 8878.
– Beato de Santo Domingo de Silos. 1091 / 1109. Londres. British Library. Ms. Add. 11695.
– Beato Corsini (actualmente en Roma, Biblioteca Corsiniana, Academia dei Lincei, 369 (4O.E.6).
– Beato de Lorvao, Archivo Nacional de la Torre do Tombo. Lisboa. Siglo XII. 1189.
– Beato de Turin, situado en la Biblioteca Nazionale, Turín.
– Beato de Manchester, actualmente en la John Rylands Library (Manchester).
– Beato navarro, conservado en Biblioteca Nacional, París. Adquirido en 1366.
– Beato de San Andrés del Arroyo, actualmente en la Bibliothèque Nationale, París.
– Beato de San Pedro de Cárdenas, realizado entre 1175 y 1180.
– Beato de Medina de Rioseco, fragmento encontrado en México (siglo.