RAIMUNDO LULIO, UN HUMANISTA TEMPRANO

Raimundo Lulio, un humanista temprano

 

1). Breve biografía.

Debe hacerse la advertencia previa de que la vida de Lulio fue tan larga y su experiencia vital tan compleja que resulta muy difícil hace una biografía breve. Lo intentamos pero pagando el precio de no mencionar algunos datos de interés. Tanto en esta biografía como en su pensamiento nos fijamos en lo que sea de interés para el humanismo cristiano.

Lulio pertenece al siglo XIII, esto es, tres siglos antes, representando por ello un humanismo temprano y anticipado al  del Renacimiento.

La figura de Raimundo Lulio o Ramón Llull, nos interesa tanto por el desconocimiento casi general que existe sobre su persona y obra en algunos ámbitos, cuanto por la importancia que esta tiene a los fines humanistas que pretendemos. Filósofo, poeta, místico, teólogo y misionero. Fue declarado beato por «culto inmemorial» y no por los cauces oficiales. Pertenece a la España gótica. Es el siglo XIII y comienzos del XIV en los que la Corona de Aragón con Jaime I se encuentra en momentos de expansión. El Rey acababa de conquistar Mallorca, uniendo políticamente en la Corona de Aragón los recientemente conquistados territorios baleares

Nació en Mallorca entre 1232 y 1235, y murió trágicamente, se cree que en 1316. Era hijo de Ramón Amat Llull e Isabel d’Erill, miembros de una importante familia de Barcelona. Hijo único y, por tanto, heredero del patrimonio familiar y de las glorias de su estirpe, creció en medio de la opulencia de Mallorca. La vida de la corte le saturó de ambiciones y gallardías.

A los veinticuatro años, es nombrado senescal y ayo del joven Príncipe, el futuro Jaime II. Muy joven casó con doña Blanca Picany, noble dama, de la que tuvo dos hijos: Domingo y Magdalena.

Hacia 1267, a sus 30 años, la vida de Lulio sufrió un vuelco trascendental: él mismo describe cómo tuvo una serie de cinco visiones de Cristo crucificado en cinco noches consecutivas. La profunda impresión que le causaron estas visiones lo llevó a adelantar la herencia de su mujer e hijos, a los que abandonó por sentirse llamado por Dios para predicar en los caminos. Su etapa de nueve años de formación teológica y moral duró hasta 1275. Luego se retiró a una cueva en el Monte de Randa (Mallorca) donde se entregó a la meditación y la contemplación, y por último entró en el Monasterio cisterciense de La Real donde los monjes le enseñaron latín, gramática y filosofía, tanto islámica como católica. En Mallorca conoció y compró un esclavo musulmán de quien se sirvió como maestro para aprender el árabe.

En 1276, la combinación luliana de estudios lingüísticos y teológicos para que los misioneros pudiesen evangelizar a fieles de otras religiones e idiomas, encantó al Papa Juan XXI, quien felicitó públicamente a Lulio.

El Papa siguiente, Nicolás IV, escuchó las exigencias de Llull para la convocatoria a una nueva cruzada sobre territorios dominados por los musulmanes, pero el Pontífice se mostró remiso. El estudioso decidió, entonces, emprender su propia cruzada personal, que lo llevaría a Europa (Alemania, Francia e Italia), Tierra Santa, Asia Menor y el Magreb. Le interesaba sobremanera convertir a los musulmanes y judíos de esas regiones, por lo que no dudaba en predicar en las puertas de las mezquitas y sinagogas, lo que no siempre era recibido con agrado por los fieles de esos templos.

Durante esos viajes escribió gran cantidad de obras, destinadas principalmente a señalar los errores de los filósofos y teólogos de las otras religiones. Intentó fundar, asimismo, nuevos monasterios católicos en las zonas que visitaba.

En 1286 Lulio recibió su título de Profesor universitario (magister) por la Universidad de París. Un año después viajó a Roma para someter a Pontífices y dignatarios sus proyectos de reforma de la Iglesia, pero, una vez más, nadie lo escuchó.

Desde 1292 hasta 1295 permanece en Nápoles y otras partes de Italia central, predicando, enseñando su ciencia y escribiendo a petición de los médicos el interesante libro De leugenia e ponderositat dels elements. Durante este tiempo, 1295-1296, escribe la ingente enciclopedia Arbre de Ciencia, donde se condensa todo el saber de su tiempo.

En 1295, viendo que sus ruegos no obtenían el eco que esperaba, ingresó en la orden franciscana, siendo aceptado en la Orden Tercera.

Desde 1297 hasta 1299 explicó en París, en cuya Universidad, alternó la asidua asistencia a la cátedra con la escritura de nuevas obras

En 1299, su antiguo discípulo, el por entonces rey de Mallorca Jaime II, lo autorizó para predicar en las mezquitas y sinagogas de su reino. Será la primera vez que Lulio pueda cruzar los umbrales de los templos para expresar sus ideas ante los no cristianos.

Hacia el 1300, abatido por la tristeza, se recoge en la paz de su querida Mallorca, después de veintidós largos años de ausencia, de angustia y desconsuelo, que iban consumiendo su alma en un martirio lento, doloroso, inacabable. Tenía a la sazón sesenta y siete años. Pero no por eso en Mallorca decrece su prodigiosa actividad, pues predica, enseña y escribe sin descanso.

En 1305 propuso su segunda versión sobre cómo recuperar Tierra Santa: el proyecto Rex Bellator, de unificación de las órdenes militares bajo el poder de un príncipe cristiano, soltero o viudo. La conquista se efectuaría partiendo de Almería, Granada, el norte de África y Egipto, bajo la protección de una flota. Parece claro el papel que en todo ello habría de jugar el rey Jaime II de Aragón, que acababa de conquistar Murcia y que había establecido contactos para mercaderes de la Corona de Aragón en Alejandría.

En 1307, Lulio viajó al norte de África a continuar predicando, pero, enfrentado con un grupo de musulmanes, estuvo a punto de ser lapidado. Deseoso de salir de allí, se dirigió a la ciudad italiana de Pisa. Pero el buque que lo transportaba se hundió, y el monje mendicante fue uno de los pocos supervivientes del naufragio, logrando alcanzar la costa italiana después de una dura lucha contra la tempestad. Desde Génova, donde fue acogido reverentemente, pasó a la República de Pisa.

En 1307-1308, la estancia en Génova y Pisa fue de gran consolación para su alma, por haber hallado eco en aquellas florecientes municipalidades, que tomaron acuerdos para la futura cruzada. Al año siguiente pasa a Montpellier, donde escribe diversos tratados filosóficos y de índole social; entre los cuales figura el llamado Liber de acquisitione Terrae Sanctae, donde expone todo un plan técnico y estratégico de conquista, que él mismo presentó al Papa Clemente V, entonces con su corte en Aviñón.

Desde 1309 a 1311 su actividad  es asombrosa. Residiendo en París, el rey de Francia le otorga cartas comendaticias para toda la Cristiandad. En 1311 la Universidad, donde enseñaba de nuevo, examina sus libros, aprobándolos y declarando que les anima «un celo ferviente y una rectitud de intención para promover la fe cristiana». Esta declaración consagró a Lulio como Maestro universal, según en adelante se le designó.

En 1311 sale para  Vienne, con el fin de tomar parte en el Concilio General. Los padres conciliares aceptaron algunos de los capítulos propuestos por el Maestro Lulio y legislaron providencias de conformidad con sus vehementes deseos.

Terminado el Concilio, viajó a Túnez para continuar con sus misiones. Se desconoce la fecha exacta de su muerte. Se considera que falleció entre 1315 y 1316, cuando regresaba de su viaje desde Túnez hacia Mallorca. Ciertos cronistas afirmaron que fue linchado por una turba de airados musulmanes en Bugia, de lo que no hay prueba formal aunque padeciera prisión, golpes e insultos.  Está enterrado en la Basílica  de San Francisco de Palma de Mallorca.

2). Pensamiento.

A). Visión general.

Si era difícil resumir su biografía y lo será también dar cuenta de su obra, la misma dificultad surge a la hora de concretar su pensamiento, incluso aunque nuestra pretensión sea limitarlo a los aspectos humanistas. Parte de su pensamiento se encuentra en los comentarios a sus libros que hemos anticipado o que haremos más adelante.

Se trata de un humanismo muy distinto al de Moro, Erasmo o Vives. Y no solo porque Lulio vive tres siglos antes, con las diferencias que ello implica, sino, sobre todo porque el humanismo de Lulio es fundamentalmente combativo. Su saber enciclopédico pasa para nosotros a un segundo plano porque la prioridad de su actividad fue la de predicar la doctrina cristiana a árabes y judíos. En efecto, su proyecto de vida fue extender la fe cristiana entre judíos (con su variada diáspora), los musulmanes (enfrentándose al poder islámico), y recuperar la unidad de la Iglesia (superando el cisma de Oriente), buscando una comunidad cristiana universal.

B). Pensamiento místico.

Como buen franciscano, era seguidor, del pensamiento de Roger Bacon y San Buenaventura, e introdujo una gran innovación al incluir el pensamiento moral caballeresco dentro de la filosofía y la teología de su tiempo. Por ello se embarcó también en una cruzada en pro del pensamiento místico y caballeresco en contra del racionalismo de Averroes como mencionaremos más adelante.

Así, por ejemplo, Lulio insistió en la doctrina de la Inmaculada Concepción de María, contra la opinión, entonces ortodoxa, de Santo Tomás de Aquino. Entendía que la esencia divina había de tomar una primera materia perfecta para poder formar el cuerpo de Jesús. Ello era impensable si María misma había nacido sujeta al pecado original, por lo que ella tenía que haber sido concebida sin pecado. Estas ideas llevaron al Inquisidor Nicolás Aymerich a perseguir póstumamente las obras de Lulio. Sin embargo, el rey Pedro el Ceremonioso protegió la memoria del beato y la Iglesia católica terminó por establecer la opinión de Lulio como dogma.

A pesar de ser un misionero cristiano, amaba y comprendía el pensamiento árabe y respetaba en gran medida sus avanzados sistemas. Así, en sus libros utiliza la lógica de los científicos árabes, su simbología, su álgebra y sus razonamientos. Escribía y hablaba perfectamente en mallorquínlatín y árabe; y utilizaba indistintamente cualquiera de estas lenguas para dirigirse a quien la comprendiera mejor. Si el público de su nuevo libro era de baja condición, no vacilaba en expresar los más elevados conceptos filosóficos en alegres versos, y siempre preconizó la conversión de los infieles por la vía del cariño, del amor y sin ningún tipo de coerción ni de violencia.

C). El Ars magna.

Su método de hallar y exponer la verdad, expresión fecunda de un intento de unificación del saber, atrajo la atención en la Universidad de París, en los precisos días en que se plasmaba el pensamiento europeo, y cuando se desarrollaba el gran drama intelectual producido por el choque violento entre la tradición europea y el racionalismo averroísta, estableciendo el divorcio y aun la contrariedad entre la verdad filosófica y la verdad teológica, entre la fe y la razón.

Uno de los propósitos principales de la actividad literaria de Lulio fue señalar los errores de los racionalistas como Averroes para lo que se dedicó a diseñar y construir una máquina lógica, de naturaleza mecánica, en la que las teorías, los sujetos y los predicados teológicos estaban organizados en figuras geométricas de las consideradas “perfectas” (por ejemplo círculos, cuadrados y triángulos). Al operar unos diales y palancas, girando manivelas y dando vueltas a un volante, las proposiciones y tesis se movían a lo largo de unas guías y se detenían frente a la postura positiva (certeza) o negativa (error) según correspondiese. Según Lulio, la máquina podía probar por sí misma la verdad o mentira de un postulado.

Este instrumento fue denominado Ars Generalis Ultima o Ars Magna, aunque hoy se la conoce como Ars Magna et Ultima. El ingenio fue tan importante para él que dedicó la mayor parte de su ingente obra a describirlo y explicarlo. La realidad teórica subyacente en aquel artefacto era una fusión o identificación de la teología con la filosofía, orientada a explicar las verdades de ambas ciencias como si fueran una.

Los estudiosos cristianos del siglo XIII celebraron el hallazgo, a pesar de que pronto detectaron los problemas del razonamiento luliano. Si bien es cierto que normalmente ambas ciencias están de acuerdo -porque lo que es cierto en filosofía no puede ser falso para el teólogo- ambas llegan a la verdad por caminos diversos: la teología se apoya en la razón y la revelación divina, mientras que el filósofo está solo frente al problema, provisto únicamente de su propia razón. Los árabes fueron un paso más allá: criticaban a la Ars Magna porque, según ellos, lo que es falso en filosofía «perfectamente puede ser verdadero en teología», porque nada es imposible para Dios y Él muy bien puede pasar por encima de las limitaciones de la ciencia. Este concepto se conoce como «Verdad de Doble Nivel».

D). La cuestión de la doble verdad.

En su afán de refutar a los musulmanes, Lulio exageró el concepto en el sentido opuesto: opinó que la doble verdad era imposible puesto que la teología y la filosofía eran en verdad la misma cosa. Equiparaba de este modo, e identificaba, a la fe con la razón. El no creyente no era capaz de razonar, y el hombre de fe aplicaba una razón perfecta. De este modo creyó haber resuelto, gracias a las pruebas de significados lógicos y por supuesto a su mecanismo, una de las más grandes controversias de la historia del pensamiento.

El problema de estos postulados era que suprimían la diferencia entre las verdades naturales y sobrenaturales. Como él era esencialmente un filósofo místico, la razón no puede vérselas con las verdades más altas; para ello, es preciso en toda circunstancia echar mano de la fe. De esta manera, afirmaba que la fe iluminaba a la razón, por ejemplo, para desentrañar el misterio de la Santísima Trinidad: hay un solo Dios verdadero representado en tres personas, que a pesar de todo no son ni pueden ser «tres dioses». Creyó, mediante mecanismos similares, poder llegar a probar el motivo de todos los misterios y las razones de todos los artículos de fe. Si la razón exige a la fe que la auxilie, también la segunda necesita de la primera, porque la fe por sí misma podía conducir a error. Lulio creía que el hombre dotado de fe pero no de raciocinio era como un ciego: puede encontrar ciertas cosas al tacto, pero no todas ni todas las veces.

La técnica luliana fue difundida en España por sus seguidores, que las enseñaron desde sus cátedras en diversas universidades como las de Barcelona y Valencia. Pero la jerarquía católica no vio con buenos ojos la difusión de esta doctrina, porque al punto comprendió el peligro de disolver la diferencia entre una verdad natural y otra sobrenatural. Dos Papas la condenaron formalmente: Gregorio IX en 1736 y Pablo IV más tarde. Como consecuencia de ello, el Beato nunca fue canonizado, aunque el proceso se ha reactivado recientemente.

E). La lógica de Lulio.

La lógica de Lulio es una lógica eminentemente formal, se trata de una ciencia racional que causa y engendra sabiduría. Para Lulio «lo ideal –demostrado- es real», en cuanto que los conceptos no son independientes del ser de las cosas, los cuales corresponden, o, mejor, son correspondientes a las objetividades de las cosas. Quinientos años después, aquella frase ha sido el eje del sistema hegeliano. De aquí que la lógica de Lulio es a la vez metafísica, pero fundamentada en la lección dogmática de la fe.

Todo el sistema luliano se apoya en la argumentación necesaria de la existencia de Dios y en la verdad de los Santos Evangelios, especialmente del Evangelio de San Juan. Su apologética deduce las verdades o, cuando menos, las explica sobre esta base. Su sistema metódico no es otra cosa que un arte de facilitar la rebusca de la verdad, haciéndola fructuosa y fecunda. Solamente así pudo considerar las razones eternas  como fuentes inagotables de toda realidad y, por ende de todo conocimiento y sabiduría verdadera, con fundamento metafísico y dogmático.

Intuyendo en la soledad del monte de Randa la idea de la realidad de las participaciones creadas de la Suma Perfección dio, con el “Arte y Ciencia General”, un sistema filosófico capaz de resolver pronta y estéticamente los problemas más arduos de la ciencia humana.

F). Valoración.

La compleja personalidad de Lulio, ha tenido siempre un poder de fascinación sobre quienes le han estudiado en sus múltiples manifestaciones: filosófica y científica, literaria y artística, pedagógica y didáctica, religiosa y hagiográfica, y en sus dos facetas de ascetismo y apostolado. Algunos testimonios podemos aportar. El P. Efrén Longpré,  dice que «la personalidad religiosa y científica de Lulio recuerda, en noble medida a los dos grandes conquistadores espirituales de la Iglesia: San Pablo, frente al mundo grecorromano, y San Francisco Javier, a las puertas de China», y añade que su poesía religiosa y su metafísica contemplativa disputan la palma al propio San Buenaventura. Añade que el libro de “Sancta María” no es indigno de San Bernardo, y que la magna enciclopedia ascética del libro de “Contemplació en Déu”, es uno de los tres o cuatro monumentos de la literatura católica del siglo XIII.

Menéndez y Pelayo le proclama «maestro universal de todas artes y ciencias», «uno de los grandes filósofos que honran a la humanidad», cuya vida «queda más poética que la de otro filósofo alguno», y que entre nuestros grandes místicos «sólo cede la palma a dos o tres de los mayores del siglo XIV, y si bien le aventajan en la cincelada forma artística, flor y fruto del Renacimiento, no, en cambio, en la originalidad ni en el brillo de las concepciones, ni siquiera en la encendida y arrebatadora tempestad de los afectos».

Para Gonzalo Díaz y Díaz (en su obra Hombres y documentos de la Filosofía española, Tomo VI, pág. 625), el ideal único y supremo de su vida a partir del momento de su conversión fue la expansión incesante del cristianismo hasta lograr la incorporación de todos los infieles al seno de la Iglesia católica; y un ideal perseguido con tal pasión y exclusividad que según una antigua tradición, que si no es cierta merecía serlo, lo movió incluso a ofrecer la propia salvación de su alma en aras de su consecución. De ahí que su ideario filosófico no deba ser considerado como un sistema metafísico diseñado para aprehender y fijar la verdad general y abstracta, sino como un ensamblaje de argumentos y razones pergeñado para alcanzar al “verdad salutífera”, expresión utilizada frecuentemente y que por su naturaleza, a un tiempo impositiva y persuasiva se adecue al fin perseguido: la difusión del Evangelio.

3). Obras.

Como y se ha anticipado, la obra de Lulio es inabarcable. En Gonzalo Díaz se citan 503 entradas y 994 estudios sobre Raimundo Lulio. Sus libros que incluían materias tan diversas como la filosofía (Ars magna), la ciencia (Arbre de sciència, Tractat d’astronomia), la educación (Blanquerna, que incluye el Llibre de Amic e Amat), la mística (Llibre de contemplació), la gramática (Retòrica nova), la caballería (Libro del Orden de Caballería), novelas (Llibre de meravelles, que incluye el Llibre de les bèsties), y muchos otros temas y recursos (como el proverbio Llibre dels mil proverbis, o el silogismo (Llibre de la disputa de Pere i de Ramon, el Fantàstic. La ciutat del món).

Veamos algunos de ellos.

-Libro del gentil y los tres sabios. (1274-1276), escrito en mallorquín, es una obra apologética que pretende demostrar la eficacia de su método en una discusión sobre la veracidad o falsedad de las tres religiones del libro: judaísmo, cristianismo e islam. En esta obra, un gentil (es decir, un pagano) encuentra a tres sabios, un judío, un cristiano y un musulmán. Los representantes de las tres religiones ilustran al discípulo sobre la existencia de un único Dios, sobre la creación y sobre la resurrección y cada uno presenta su religión para que el gentil y el lector escojan la que les parezca verdadera. La obra no indica qué religión elige el gentil. Llama la atención la exposición sistemática de los principios de la ley mosaica y del islam, que demuestra un conocimiento notable de los contenidos de ambas religiones, algo no muy corriente en la época del autor. Además, la ficción que envuelve la narración está bastante desarrollada e interacciona de una manera muy sutil con las argumentaciones de los sabios.

– Blanquerna. (Llibre d’Evast e Blaquerna) es una novela idealista, de enorme influencia en la narrativa de la Edad Media y particularmente en ciertos escritores posteriores. Está escrita en mallorquín. Se empezó a escribir el año 1276 y fue acabada el 1283 en Montpellier. Se trata de una vívida pintura de la vida medieval: el protagonista, conduciendo su vida mediante su vocación religiosa, intenta alcanzar la perfección espiritual. Para ello, el autor lo hace emprender un viaje vital que lo llevará por todos los estadios del hombre en sociedad: desde el hombre casado que solía ser, ingresará en un monasterio, será prelado, llegará a Papa y, finalmente, renunciará al solio pontificio para dedicarse a la contemplación y meditación en una ermita aislada. La obra incluye también el Libre d’amic e amat, pieza de prosa poética que conjuga elementos provenientes de fuentes muy diversas: el Cantar de los Cantares, la poesía provenzal, la teología árabe y otras influencias que la enriquecen y matizan. Sus 365 versículos expresan el amor del alma humana por Dios y trazan una delicada filigrana de elevación y sentimiento espiritual.

– Libro del ascenso y descenso del entendimiento. Escrito en latín en Montpellier en 1304, desarrolla el famoso método “escalar” del pensamiento luliano: hay “escalas místicas” que determinan “escalas del conocimiento” por las que se puede subir o bajar como si se tratase de amplias escalinatas. Para subir, hay que pasar de lo sensible (lo que se percibe por medio de los sentidos, esto es, el conocimiento empírico) a la inteligible, y de lo inteligible a lo intelectual. Por medio de otro proceso paralelo y simultáneo al anterior, se asciende de lo particular a lo general y de lo general a lo universal.

Los modos escalares del entendimiento se organizan de la siguiente manera: la modalidad lógica, contiene las escalas de la diferencia, la concordancia y la oposición; la modalidad situacional, contiene las escalas del principio, el medio y el fin; y la modalidad cuantitativa, contiene las escalas de la mayoridad, la igualdad y la minoridad. Como se ve, Lulio establece entonces nueve modos escalares que, todos juntos, permiten desentrañar de un modo sucesivo, gradual y cada vez más específico la naturaleza íntima de los seres y los fenómenos naturales.

– Vida coetánea. Se trata de su autobiografía, tomada al dictado por sus discípulos de la Cartuja de Vauvert en París, que data de 1311. Es en esta obra en la que el autor relata los detalles de su conversión, las visiones de Cristo crucificado y el giro brutal que estas experiencias dieron a su vida (la necesidad de abandonar sus posesiones, dejar a su familia y renunciar al lujo y la riqueza para dedicarse a Dios en forma exclusiva). La mayor parte de los datos que conocemos de su biografía provienen de esta obra. Gracias a ella se conocen los detalles más íntimos de su vida hasta sus 30 años.

– Libro del Orden de Caballería. Esta pieza didáctica es de los primeros tiempos de su producción, en la cual el sabio estudia las características sociales de la clase de los caballeros, entendiéndose por ello a un ser, armado y valiente, cuyo objetivo último es sin embargo enterarse y encontrar la firma de Dios en cada hecho del mundo. Describe acabadamente los derechos y obligaciones del caballero y le impone los objetivos de desplegar el honor cristiano y la nobleza de espíritu, de los que se sigue la observancia de una estricta piedad. Es combativo y a veces agresivo, recomendando convertir a los infieles a palos y con la espada, al tiempo que se les predica la verdad de Cristo.

– El Libro del Fin. Esta obra representa una de las más profundas representaciones del “arte” luliano (su sistema de pensamiento y su método dialéctico). El Fin separa el arte en “general” y “especial”. El primero de ellos incluye el análisis del lenguaje científico, sus proposiciones y su sintaxis. El arte especial se dedica a describir veinte ciencias concretas según la alegoría del árbol, que el sabio utilizaría en muchas de sus obras. Las disciplinas estudiadas aquí son la ciencia en general, la demostración analógica, la filosofía general, la predicación lógica, la filosofía del amor, el ascenso y descenso del entendimiento, los gentiles, la medicina, la anatomía, el derecho, el intelecto, el consejo, la voluntad, la nueva retórica, la memoria, la nueva lógica, la luz, la predestinación, la esencia divina y los atributos divinos.

– El Árbol de la Ciencia. Posiblemente la obra más importante de Lulio en el sentido enciclopédico, ocupa numerosos volúmenes. En este libro el autor recurre a una analogía común en él: la comparación orgánica, en la que cada ciencia se representa como un árbol con raíces, tronco, ramas, hojas y frutos. Las raíces representan los principios básicos de cada ciencia; el tronco, la estructura; las ramas, los géneros; las hojas, las especies; y los frutos, los individuos, sus actos y sus finalidades.

Existen en la cosmovisión luliana catorce árboles principales y dos auxiliares:

Árboles principales:

  • Elemental: estudia la física
  • Vegetal: la botánica
  • Sensual: biología
  • Imaginal: artes
  • Humanal: antropología
  • Moral: ética
  • Imperial: política
  • Apostoical: eclesiología
  • Celestial: astrología
  • Angelical: angelología
  • Eviternal: escatología
  • Maternal: mariología
  • Cristianal: cristología
  • Divinal: teología

Árboles auxiliares:

  • Ejemplifical: guía ilustrativa de los anteriores, a los que explica echando mano de ejemplos, proverbios y refranes
  • Cuestional: refrenda en términos de la lógica las cuestiones relativas a los demás.

Se trata de una discusión entre dos hermanas, la ciencia y la fe. Aunque el sistema pueda parecer esquemático, los árboles lulianos expresan una clara sistematización del conocimiento que organiza y simplifica el estudio de las diversas disciplinas tratadas.

Otros títulos son:

  • Compendium logicae Algazelis (‘Compendio de la lógica de Al-Gazzali’).
  • Llibre de contemplació en Déu (‘Libro de la contemplación de Dios’, 1276).
  • Ars demostrativa (‘El arte demostrativo’, Montpellier, 1274?).
  • Llibre de oracions e contemplació del entenimient (‘Libro de las oraciones y la contemplación de la inteligencia’, 1275).
  • Art de contemplació (‘El arte de la contemplación’, 1287).
  • Les cents noms de Déu (‘Los cien nombres de Dios’, 1289).
  • Libro de los mil proverbios.
  • Félix o Libro de las maravillas (que incluye el Libro de las bestias).
  • Árbol de la filosofía desiderativa, 1290.
  • Ars magna et ultima (‘Arte magna y última’).
  • Lo Desconhort (‘El desconsuelo’, poesía, Roma, 1295).
  • Arbre de filosofia d’amor (‘Árbol de la filosofía del amor’, 1298).
  • Cant de Ramon (‘Canto de Raimundo’, poesía, París, 1299).
  • Liber de reprobationis aliquorum errorum Averrois (‘Libro de reprobación de algunos errores de Averroes’, París, 1310).
  • Liber de Deo et de mundo (‘Libro acerca de Dios y del Mundo’, Túnez, 315).
  • Liber de maiore fine intellectus amoris et honoris (‘Libro acerca del mayor logro de la inteligencia: el amor y el honor’, Túnez,
  1. Bibliografía.

Es muy interesante el artículo de Francisco Ferrari Billoc en Wikipedia.

Gonzalo Díaz y Díaz, en su obra Hombres y documentos de la Filosofía española, Tomo VI, pág. 625 y ss, da cuenta de 503 entradas, como obras y ediciones de Lulio y de la referencia a los 994 artículos o trabajos sobre el autor.

Es interesante destacar la comunicación de Tomas Mir de la Fuente a la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de la Illes Balears, titulada “Unos dos centenares de proverbio lulianos, más o menos jurídicos”, publicada en el tomo XVIII, 2017, por la bibliografía reciente sobre Lulio que recoge.

Finalmente la Carta 40ª del libro “104 Cartas sobre humanismo y política” de Fernando Díez Moreno, 2ª edición, página 125, editado por la Fundación Tomas Moro

F.D.M.

 

 

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