Derechas e izquierdas (I parte)

Derechas e izquierdas (I). (43).

Desde que en España se estableció la democracia con la Constitución de 1978, tú, amable lector, has tenido oportunidad de vivir y de comprobar que ocurre cuando ganan las elecciones las derechas y cuando ganan las izquierdas.

Durante el siglo XX, cuando ganaban las derechas se inspiraban en el principio de libertad, lo que suponía dar un mayor protagonismo a la sociedad civil, a la iniciativa privada, con la consiguiente reducción del peso del sector público. Ello traía como consecuencia un incremento del PIB, una mayor recaudación fiscal, una disminución del déficit presupuestario, una disminución del coste de la deuda pública y una mayor aportación a los servicios públicos. Es lo que se llama el “círculo virtuoso” de la economía.

Por su parte, cuando ganaban las izquierdas se inspiraban en el principio de igualdad, lo que suponía dar mayor protagonismo al sector público al que se encargaba la redistribución de la riqueza del país y el incremento de las prestaciones sociales. Ello traía como consecuencia una menor actividad económica y consiguiente reducción del PIB, una menor recaudación fiscal, un aumento del déficit y del coste de la deuda Es lo que se llama el “circulo vicioso” de la economía.

Para algunos, los principios de libertad y de igualdad son incompatibles, porque la libertad genera desigualdad, y la igualdad solo se consigue a costa de la libertad.

Pero en el siglo XXI que vivimos este planteamiento ha cambiado de raíz. Ahora las derechas se declaran patriotas y defienden la integridad, la unidad, la identidad nacional tradicional. Mientras las izquierdas han abandonado el principio de igualdad y se dedican a promover los intereses de minorías marginales: negros (“black lives matter”), inmigrantes, mujeres (“me too”), homosexuales, LGTB, pensionistas, refugiados, partidarios del aborto y la eutanasia, etc.

Ello es consecuencia de que el estado del bienestar ha sido alcanzado en la sociedad occidental y que los líderes políticos movilizan más a sus seguidores sosteniendo que la dignidad de su nación o de su minoría, ha sido ofendida, desprestigiada, atacada o ignorada, que ofreciendo mejoras económicas de cualquier tipo. La dignidad de la persona deja de ser un atributo individual para convertirse en una dignidad colectiva de la Nación, del grupo o de la minoría.

Ejemplos los tenemos todos los días. Así, Putin en Rusia porque no se reconoce a su país el estatus de potencia que tenía cuando era la URSS; China que habla de “100 años de humillación” por las potencias occidentales; Orbán en Hungría o Erdogan en Turquía; los votantes rurales en USA respecto a las elites urbanas; el Brexit; o el caso del separatismo en Cataluña o en el País Vasco.

Ha surgido así una nueva política llamada “política de identidad” o también “política del resentimiento”, que abarca gran parte de las luchas políticas de nuestro tiempo como lo muestran las revoluciones democráticas, los movimientos sociales, los nacionalismos, las primaveras árabes o los islamismos. Y ello es así porque las motivaciones humanas van más allá de los aparentemente sencillos modelos económicos y de la búsqueda permanente de una mayor riqueza o un mayor bienestar. Dicho de otra manera, la sicología humana es más compleja que los modelos económicos, pero los agravios económicos se agudizan cuando a ellos se unen sentimientos de humillación o falta de reconocimiento.

El humanismo cristiano tiene su respuesta. Pero hemos agotado el límite de la extensión de nuestras colaboraciones, por lo que tendrás que esperar, amable lector, a la próxima.

 

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