El Estado moderno. (I parte)

El Estado moderno (I). (36)

Con frecuencia se confunde el Estado con el Gobierno. Pero no es lo mismo. El Estado es la suprema organización política de una nación que detenta el poder soberano. Está compuesto por el Parlamento (poder legislativo), por los Tribunales (poder judicial) y por el Gobierno y la Administración Pública (poder ejecutivo). En una democracia estos tres poderes se limitan entre sí para evitar que uno de ellos anule a los demás y asuma todo el poder. Esta organización puede tener diversos niveles territoriales. Así en España, las Autonomías o el nivel local.

En el año 2011, la revista “The Economist” en su número 19 del mes de marzo, publicó un informe especial sobre el futuro del Estado. Estaba redactado por varios especialistas (no mencionados según las normas de la revista) que abordaron el tema desde distintos puntos de vista. En síntesis, venían a sostener que era necesario “adelgazar” el Estado.

Transcurridos diez años desde entonces, es lamentable comprobar que la situación no solo no ha mejorado, sino que, en algunos países como España, los problemas se han agudizado hasta el punto de amenazar la quiebra en muchos de los problemas. Hay incluso partidos políticos separatistas que, para evitar mencionar el nombre de España, hablan del Estado español.

La gran cuestión que se plantea hoy es la de cómo adelgazar el Estado. En algunos países como Guatemala, el Estado es muy pequeño, pues los impuestos suponen solamente el 10% del PIB, pero en la mayoría de los países la situación es la contraria. Así en los 13 países más ricos del mundo el gasto del Estado ha pasado del 13% del PIB en el año 1913, al 48% cien años después, incrementándose en igual medida su capacidad de intervención y de regulación. Con poblaciones muy envejecidas a las que atender, muchos Estados están en quiebra técnica, acentuada por la pandemia del covid-19. Para salir de esa quiebra, habría que subir los impuestos a tales niveles que podrían arruinar la economía y a la clase media.

En esta y posteriores colaboraciones nos proponemos analizar las reformas que necesita nuestro país para adelgazar el Estado, reformas que son también demandadas por el humanismo.

En primer lugar, como adelgazar el poder legislativo. El parlamentarismo en España tiene dos problemas, entre otros, la ley electoral y el exceso de representación.

La ley electoral debe modificarse para pasar de un sistema de representación proporcional a un sistema mayoritario. Dicho de otra manera, que gobierne quien gane las elecciones (que es lo que votan los ciudadanos) y no que, ante la imposibilidad en que se encuentran los numerosos partidos de gobernar por sí solos, les obliga a coaligarse entre sí, a entrar en el juego artificioso de los pactos y los com­promisos más o menos sinceros, más o me­nos contingentes, con el fin de obtener esa mayoría que no pudieron conseguir del electorado. Después de cuarenta años de democracia en España es hora de pasar del sistema proporcional, que permitía la representación de muchas tendencias, a un sistema mayoritario que permitirá gobernar sin necesidad de pactos postelectorales al vencedor de unas elecciones.

El exceso de representación viene determinado porque tenemos un Congreso, un Senado, las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas y los Plenos de los Ayuntamientos, de manera que estamos representados en cada uno de tales organismos. No sería mala medida reducir a la mitad el actual número de tales representantes. Con toda seguridad las instituciones seguirían funcionando igual (Continuará).

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