La dignidad de la persona. IV

      La dignidad de la persona (4). (57).

En nuestra última colaboración dijimos que la imagen de Dios en el hombre radica en su dignidad. Pero ¿qué es la dignidad del hombre? Veamos algunos hitos en la historia del pensamiento.

Para Sócrates y Platón, los guerreros y los guardianes son los únicos que tienen dignidad porque arriesgan su vida para defender a los demás.

Para Cicerón (“De los deberes”), la capacidad de la razón para someter los impulsos, dota a todo hombre de una dignidad distintiva. Es la razón lo que diferencia al hombre de los demás seres creados, y lo que constituye su dignidad. (Cicerón es anterior a Cristo).

El cristianismo unió dignidad y persona. Para Santo Tomas y S. Buenaventura la dignidad es el rango distintivo de la persona. El Papa Inocencio III (“Sobre la condición de la miseria humana”, 1195), dijo que la dignidad es sobrenatural, es la esperanza de ser salvados por Cristo y llegar a ser ciudadanos del cielo.

Guillermo de Saint Thierri (“Super cantica 66”, 1120), cantaba: “¡Oh imagen de Dios!, reconoce tu dignidad, reverbera en ti la impronta de tu Hacedor. Te tienes por despreciable, más no olvides que eres algo precioso…”.

Para Bartolomeo Fazio (“De la excelencia y prestancia del hombre”, 1447), la excelencia le viene al hombre, exclusivamente de su alma inmortal.

Para Petrarca (“De la tristeza y la miseria”, hacia 1360), la dignidad sobrenatural consiste en tener impresa la imagen de Dios dentro del alma, en la esperanza de resucitar y en la encarnación de Cristo, que dignifica la condición humana y la diviniza.

Giannozzo Manetti (“De la dignidad y excelencia del hombre”, 1452) canta las perfecciones del cuerpo y del alma y enuncia un ideal de felicidad y plenitud humana inmanentes en este mundo.

Para Giovanni Pico de la Mirandola (“Oratio” o De la dignidad del hombre, 1485), la dignidad es la libertad del hombre para escoger, según su voluntad las determinaciones de su naturaleza.

«No te hemos dado ¡oh Adán! semblante ni capacidades propiamente tuyas de modo que cualquier lugar, forma o don que decidas adoptar, después de deliberarlo, lo puedas tener y guardar por tu propia decisión…En tu mano está embrutecerte descendiendo a formas inferiores o ensalzarte por tu propia decisión a los niveles superiores de la vida divina.

San Anselmo coincide con Pico  en considerar que la libertad configura la dignidad del hombre.

Kant integra el tema de la dignidad en su filosofía moral. La moral no es la doctrina de cómo ser felices, sino de cómo debemos llegar a ser dignos de la felicidad. Para Kant, todo tiene un precio o una dignidad. Lo que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; lo que se halla por encima del precio y no admite nada equivalente, tiene una dignidad. Los seres humanos no pueden ser sustituidos porque están dotados de valor en sí mismos.

Fernán Pérez de Oliva (“Diálogo de la dignidad del hombre”, 1520), desarrolla un diálogo entre Aurelio, que toma partido por la miseria humana y Antonio que defiende su dignidad.

Rousseau  seculariza el ser interior. La dignidad es recuperar ese ser interior y tener el reconocimiento social. Rousseau veía dentro de sí una plenitud emocional reprimida por la sociedad. A diferencia de Lutero sostiene que el yo interior es bueno, y las reglas sociales son malas. La libertad no es solo la opción moral de aceptar reglas morales, sino la expresión plena de los sentimientos y las emociones que constituyen el yo interior.

En la próxima colaboración continuaremos este recorrido por la historia del pensamiento del concepto de dignidad de la persona.

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