91ª CARTA: HUMANISMO Y CLASE MEDIA (1)

91ª CARTA: HUMANISMO Y CLASE MEDIA (1)

Querido amigo:

El impresionante desarrollo que ha tenido España en los últimos veinte años (a pesar de las crisis), me permite afirmar, por discutible que sea, que la “cuestión obrera”, de la que se lleva hablando más de cien años, ha dejado paso a la “cuestión de la clase media”.

No voy a intentar definir la clase media. Sería un error sujeto a múltiple controversia. Para ello están los sociólogos. A los fines que pretendo en esta y en la carta siguiente, considero clase media a quienes realizan un trabajo por cuenta ajena o de manera autónoma, y perciben por ello una retribución.

Sería innecesario que te destaque la importancia de la clase media en la comunidad de nuestro tiempo. Tiene esa importancia desde todas las perspectivas: política, fiscal, sociológica, religiosa, moral. No te extrañe que también sea importante para el humanismo.

Y desde la perspectiva del humanismo, la clase media reclama, ante todo, un clima social basado en la justicia, la seguridad (saber a qué atenerse), un tratamiento no discriminatorio y la solidaridad con los más desfavorecidos.

Este clima social debería apoyarse en los siguientes pilares:

1). Un sistema fiscal progresivo de los impuestos directos, que debe prevalecer sobre los impuestos indirectos (IVA, gasolinas, etc), pues estos afectan por igual a todos los ciudadanos. En síntesis, que pague más el que más tiene y menos el que más gastos tiene (familias numerosas), y ello por tres razones: porque supone una “cooperación” que legitima las diferentes situaciones sociales; porque supone una “redistribución” de la renta en cuanto a sus resultados; y porque permite financiar servicios y prestaciones que favorecen más a los más necesitados.

2). Un sistema de prestaciones y servicios sociales en materia de enseñanza, cultura, salud, educación, pensiones y vivienda que garanticen niveles básicos en todos ellos. He dicho “niveles básicos” y no “gratis total”. Así lo exige el Estado social (artículo 2 de nuestra Constitución), cuestión distinta del Estado del bienestar que entra en quiebra, precisamente, por su gratuidad.

3). Un sistema que propicie que sea la capacidad, la vocación y el esfuerzo de cada persona lo que determine la obtención de titulaciones académicas, o el acceso a los puestos de trabajo ofertados, al margen del origen o la condición social del candidato. De ello se derivará un triple beneficio para la comunidad: la seguridad de saber que la promoción personal se determina por procedimientos objetivos; la igualdad de oportunidades para quienes tengan menores rentas económicas; y la justicia para los más favorecidos, de modo que esta condición no sirva para subsanar la falta de aptitud.

4). Un sistema que valore todas las circunstancias concurrentes a la hora de señalar las retribuciones (antigüedad, responsabilidad, productividad, entrega, vocación, asiduidad, etc), y no se quede en el fetichismo de las titulaciones en el momento de configurar los puestos de trabajo, o el tratamiento en los convenios colectivos.

5). Finalmente, destacar un elemento económico de especial trascendencia para quienes viven de un sueldo: la inflación. La estabilidad de los precios afecta, sobre todo, a las clases medias porque no pueden trasladar sus subidas, porque impide la virtud del ahorro y porque anula todo estímulo personal, empujando al escepticismo, a la desilusión y al “carpe diem”.

Una política integral de clases medias es exigible a nuestros gobernantes. Puedes tener la seguridad, querido amigo, que las clases medias somos mayoría, y estamos, por ello, legitimados para exigir esa política integral. Nuestro problema es que no estamos organizados.

Recibe un cordial abrazo de

 

En el Manual de la “Nueva gramática de la lengua española” publicado por la Real Academia Española, (pag. 25, Madrid, 2010), se dice que en el lenguaje político, administrativo y periodístico se percibe una tendencia a construir series coordinadas constituidas por sustantivos de personas que manifiestan los dos géneros (amigos/amigas, diputados/diputadas, alumnos/alumnas), el circunloquio es innecesario  puesto que el empleo del género no marcado (masculino) es suficientemente explícito para abarcar a los individuos de uno y otro sexo.

 

Fernando Díez Moreno
Vicepresidente de la Fundación Tomás Moro

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