HUMANISTAS DE LOS SIGLOS XIV Y XV

Se ha sostenido que el humanismo no puede entenderse históricamente sin ponerlo en relación con el renacimiento. No entramos en esta cuestión. El renacimiento es un fenómeno típicamente italiano en cuanto a sus orígenes, y se caracteriza por un individualismo práctico y teórico, por una exaltación de la vida mundana, por un marcado sensualismo, por una “seglarización” de la religión, por una tendencia paganizante, por una apartamiento de la jerarquía que había dominado la vida espiritual, por un acusado sentido de la historia, por el naturalismo en filosofía y por un extraordinario gusto artístico.

Si por humanismo entendemos la toma de conciencia de la misión del hombre y del perfeccionamiento de la naturaleza humana, a través de las “humae litterae”, y por renacimiento entendemos una nueva etapa, una “renovatio” del espíritu del hombre, podríamos afirma que ambos son las dos caras de una misma moneda.

La cuestión para nosotros es que la bibliografía del humanismo temprano, coincide con la del renacimiento en su primera etapa. Dicho de otra manera, los primeros humanistas son también hombres del renacimiento. Podríamos así hablar de un pensamiento humanístico-renacentista.

 – Francesco Petrarca (1304-1374): sostiene que es preciso buscar el conocimiento de la propia alma frente al conocimiento del exterior; y que hay que redescubrir las “humanae litterae” ciceronianas en lugar de distraerse en ejercicio vacíos de dialéctica. Por tanto, la verdadera sabiduría reside en conocerse a uno mismo, y el método está en las artes liberales.

Sus obras: “Sobre la propia ignorancia y la de muchos otros”; “Epístola”; “Invectiva contra un médico”.

– Coluccio Salutatis (1331-1406): sostiene la tesis de la supremacía de las artes liberales frente a las ciencias naturales; entiende la filosofía como mensaje que atestigua y se comunica a través de la vida misma, y no un mero discurso dialéctico racionalista; defiende el primado de la vida activa sobre la contemplativa (“no creas, oh peregrino, que huir de la multitud, evitar la vista de las cosas bellas, adentrarse en un claustro o aislarse en un desierto, sea el camino de la perfección. Lo que otorga a tu obre el nombre de perfección está en ti…”)

Sus obras: “Epístola”, “Sobre la nobleza de las leyes y la medicina”

– Leonardo Bruni (1370-1444): traductor de las obras de Platón y Aristóteles, opuso al humanismo espiritualista e intimista de Petrarca, un humanismo civil y más comprometido políticamente; considera que el hombre solo se realiza de forma plena y auténtica en la dimensión social y civil de la política; defiende que el verdadero criterio de los juicios morales es el hombre bueno y no unas reglas abstractas.

Sus obras: “Diálogos”, “Introducción a la promoción moral”, “Epístolas”.

– Poggio Bracciolini (1380-1459): elogia la vida activa frente a la contemplativa; defiende el valor formativo de las “litterae”; reconoce la gloria y la nobleza como fruto de la virtud individual; considera que la suerte y el azar de la vida puede ser superadas por la virtud; anticipa que la riqueza del Estado hace posible el cumplimiento de sus fines; y sostiene que la virtud es autárquica por sí misma, no necesita nada, y es la única fuente de auténtica nobleza (… los hombres se transforman en nobles gracias a la honradez y al bien… la verdadera nobleza es la que cada uno conquista con sus obras…”). Aparece aquí un pensamiento básico del humanismo: cada uno es artífice de su propio destino.

– Leon Battista Alberti (1404-1472): será el primer humanista con una cultura total e intereses pluridimensionales; cree que los hombres solo pueden conocer aquello que resulta de su experiencia; exalta al “homo faber”, a la actividad práctica y positiva, que es útil no solo para el individuo sino para la ciudad; señala la importancia de la proporción y el orden en el campo de las artes; considera que la arquitectura es la más elevada y más próxima a la obra de la naturaleza, una especie de filosofía urtanística “ante litteram”; cree que en la relación entre virtud y suerte, aquella supera a esta, pero no es tanto la virtud cristiana, sino la griega (“arete”), que permite al hombre perfeccionarse y dominar las cosas (“… el hombre nació, sin duda, no para marchitarse yaciendo, sino para estar de pie haciendo… la fortuna solo tiene bajo su yugo a quien se le somete”).

Sus obras: “Sobre la arquitectura”, “De la pintura”, “De la familia”, “Del gobierno de la casa”, “Momo”, “Intercenali”, “De re edificatoria”.

–  Giannozzo Maneti (1396-1459): dio comienzo a la controversia sobre la dignidad del hombre y a su superioridad en relación con las demás criaturas.

Su obra: “De dignitate et excellentia hominis”.

–  Lorenzo Valla (1407-1457): intenta una recuperación del epicureísmo fundamentado en bases cristianas; cree que todo lo que ha hecho la naturaleza no puede ser sin sano y laudable; existe un placer sensible y los placeres del espíritu, de las leyes, de las instituciones, de las artes, y de la cultura, por encima de todos el amor cristiano de Dios; opone las instancias de la fe, tal como la entiende San Pablo, contraponiendo las virtudes teologales a las virtudes del intelecto (…huyamos del ansia de conocer las cosas supremas y acerquémonos más bien a las humildes. Al cristiano nada le importa más que la humildad: de este modo sentimos mejor la magnificencia de Dios, de la que se ha escrito `Dios resiste a los soberbios, pero concede su gracia a los humildes´).

Sus obras: “Del verdadero y del falso bien”,  “Sobre el libre albedrío”, “Discurso sobre la falsa y engañosa donación de Constantino”, “Comparaciones y notas sobre el Nuevo Testamento”

Sobre su obra: S.I. Camporeale, “L. Valla. Umanesimo e filología”, Le Monnier, Florencia 1972.

– Nicolás de Cusa (1401-1464). Sostiene que el hombre es microcosmos en dos planos: ontológico general (contrae en sí mismo todas las cosas); y ontológico especial (al estar dotado de mente y conocimiento, es una implicación de las imágenes de todas las cosas) (…sin duda, el hombre es un pequeño mundo que también forma parte del grande. En todas partes resplandece el todo…al igual que todo hombre resplandece en la mano, que se halla proporcionada al todo. Sin embargo, en su cabeza la perfección total del hombre resplandece de un modo más perfecto).

Sus obras: “La docta ignorancia”, “Las conjeturas”, “La búsqueda de Dios”, “La filiación de Dios”, “La apología de la docta ignorancia”, “El idiota”, “La visión de Dios”, “El berilo”, “El principio”, “El poder ser”, “El juego de pelota”, “La caza de la sabiduría”, “El compendio”, “La cumbre de la teoría”,” Scritti filosofici”,”Opere religiose”,”Opere filosofiche”.

Sobre su obra, G. San­tinello, Introduzione a Nicoló Cusano, Laterza, Bari 1971.

– M. Ficino (1433-1499): sostiene que el intelecto permite al hombre acoger la luz de la revelación divina y la venida de Cristo es el final de esta revelación, por lo que puede decirse que los platónicos coinciden con la doctrina cristiana, pues todos proceden de una misma fuente, el “Logos”; considera que el amor cristiano, en su manifestación más elevada, se hace posible a través de un ascenso paulatino en la escala del amor hasta el endiosamiento (…en los cuerpos amamos la sombra de Dios; en las almas, la similitud con Dios;  en los ángeles , la imagen de Dios”

Sus obras: “Teologia platónica” (con texto latino), ed. M. Schiavone, 2 vols. Zanichelli, Bolonia 1965, “De la religión cristiana”, “Comentarios a ‘El banquete’ de Platón”,

Sobre su obra: M. Schiavone, Problemi filosofici in Marsilio Ficino, Marzorati, Milán 1957; P.O. Kristeller, Il pensiero filosofico di Marsilio Ficino, Sansoni, Florencia 1953.

– G. Pico de la Mirándola (1463-1494). En lo que nos interesa en estas referencias bibliográficas, es el autor del primer gran manifiesto sobre la dignidad del hombre. Considera que todas las criaturas están ontológicamente determinadas a ser lo que son y no otra cosa. Pero el hombre posee una naturaleza no predeterminada, de manera que es él mismo quien la elige, pudiendo elevarse hasta la vida de la pura inteligencia y ser como los ángeles o caer en los más bajo. La grandeza del hombre cosiste en ser artífice de sí mismo. Pone en boca de Dios estas palabras dirigidas al hombre recién creado:

“…no te ha dado, oh Adán, un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni una prerrogativa específica, para que, de acuerdo con tu deseo y opción, observes y conserves el lugar, el aspecto y las prerrogativas que prefieras…Tu determinarás tu naturaleza sin verte constreñido por ninguna barrera, según tu arbitrio, a cuya potestad te he entregado. Te coloqué en el medio del mundo para que desde allí, pudieras elegir mejor todo lo que hay en él. No te he hecho ni celestial ni terreno, ni mortal ni inmortal, para que por ti mismo como libre y soberano artífice, te plasmes y te esculpas en la forma que elijas. Podrás degenerar en aquellas cosas inferiores, que son los irracionales; podrás de acuerdo con tu voluntad regenerarte en las cosas superiores, que son divinas”.

Sus obras: “Discurso sobre la dignidad del hombre”, “900 tesis inspiradas en la filosofía, la cábala y la teología”, “Heptaplus”, “De ente et uno”, “Disputa­tiones adversus astrologiam divinatricem”.

Sobre su obra: E. Garin, G. Pico della Mirandola, Le Monnier, Florencia 1937; G. Di Napoli, G. Pico della Mirandola e la problematica dottrinale del suo tempo, Desclée, Roma 1965.

Ver Reale, Giovanni y Antísteri, Darío: “Historia del pensamiento filosófico y científico”, Ed. Herder, Barcelona, 1988, Tomo II (“Del humanismo a Kant”), pags. 50 y ss.

Ir arriba