HUMANISTAS DE LOS SIGLOS XV Y XVI

– Pietro Pomponazzi (1462-1525): recupera la noción del hombre como microcosmos; el alma se halla en la frontera de los seres inmateriales siendo artículo de fe que el alma es inmortal lo cual se prueba con los instrumentos de la fe, es decir, la revelación y las Escrituras; sostiene que la vida moral se justifica mejor con la tesis de la mortalidad del alma, porque quien es bueno en función del premio del más allá, corrompe, en cierto sentido la pureza de la virtud, subordinándola a lago distintos de ella misma.

Sus obras: “Tratado sobre la inmortalidad del alma”, “El libro de los encantamientos”, “De la fatalidad, del libre arbitrio y de la predestinación”

Sobre su obra: B. Nardi, Studi su Pietro Pomponazzi, Le Monnier, Florencia 1965; A. Poppi, Saggi sul pensiero inedito di P. Pomponazzi, Antenore, Padua 1970.

– M. de Montaigne (1533-1592): participa de las filosofías helenísticas del Renacimiento sobre el escepticismo como fundamento de la sabiduría; pero su escepticismo convive con la fe (“el ateísmo es una proposición casi contra natura y monstruosa, difícil, además, e incómoda de establecerse en el ánimo humano, por insolente y desenfrenado que pueda ser este”); en su programa del auténtico filosofar se encuentra la sentencia “hombre conócete a ti mismo”, pues la dimensión más auténtica de la filosofía es la de la sabiduría, que enseña cómo vivir para ser felices; con el “conócete a ti mismo” no se puede llegar a obtener una respuesta sobre la esencia del hombre, sino tratando de reflejarse uno mismo en la experiencia de los otros; el sabio rechaza todo argumento contra la vida y dice “sí” a la vida incondicionalmente, y por tanto a todo aquello de lo que la vida está hecha: dolor, enfermedades, muerte; el sabio es quien es lógico consigo mismo y extrae todas las consecuencias de la decisión de vivir.

Sus obras: Ensayos completos, trad. de I.G. de Luaces, Barcelona 1951.

Sobre su obra: Saggi, 2 vols., ed. F. Garavini, Mondadori, Milán 1970; id.,. Alle origini del pensiero politico liberti­no: Montaigne e Charron, Giuffre, Milán 1966.

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